jueves, 5 de marzo de 2020

Histeria


“La civilización está permanentemente amenazada por la desintegración
debido a la hostilidad primaria del hombre”
Sigmund Freud

Fue el olor a enfermedad,
la noticia sobre aquel virus,
las imágenes de la televisión,
las estadísticas,
toda aquella alarma mediática,
que hizo sonar las alarmas.
Fueron el detonante,
de aquella histeria colectiva.

Todos desesperados,
a buscar máscaras,
a comprar jabón,
desinfectantes,
vitaminas de todas las letras,
frutas de todos los colores,
agua por montones,
estábamos ya viviendo:
una histeria colectiva.

Histeria que ciega,
y que te hace pensar solamente en ti,
y en los tuyos,
con que tengan protección unos cuántos,
no importan los otros,
muchos o pocos,
no importan de verdad.
Estás viviendo, la histeria colectiva.

Presos de las estadísticas,
de las noticias de aquel virus,
para unos: natural,
para otros: inventado,
pero al final de cuentas
la factura la pagan todos,
incluso, los más necesitados.
Escasez de medicinas,
de protección y de manos amigas,
la histeria colectiva
te convierte en desconfiado,
el que estornuda es culpable,
hay que aislarlo.
hay que internarlo.

Y, mientras la histeria crece,
algunos siguen contaminando,
como les da la regalada gana.
Otros lucran y lucran mucho,
mientras millones sufren
y creen que es el fin del mundo.

Mientras la histeria colectiva,
es el virus que infecta nuestra razón,
el mundo sigue enfrentando
sus mismas miserias:
refugiados que huyen del terror
de sus realidades
y buscan en Europa
la respuesta a sus males.
Niños que mueren de hambre,
de virus que no son mediáticos,
de diarrea y de infecciones.
Mafias politiqueras,
que siguen robándose
dinero, esperanza y futuro,
a manos llenas.
Dictaduras y gobiernos de facto,
que han colocado
a la entrada de su puerta,
bienvenidos a la democracia,
prohibido criticar y pensar.
Niñas y niños,
que no pueden ir a la escuela,
que no pueden tomar agua potable,
que no tienen un médico
que les cuide,
que no tiene un gobierno
que los proteja…
todo esto pasa,
mientras la histeria
toca nuestra puerta.

“Si yo tengo todo,
me da igual los que pase a los otros”,
es doloroso decirlo,
pero eso ha escrito la histeria
en las paredes de nuestros corazones,
y nos lo ha hecho leer
y aprender de memoria,
tanto así que actuamos
como esa frase diabólica.

Ojalá encuentren pronto,
la vacuna del virus,
y que nosotros también elaboremos
con alquimia espiritual
el remedio para nuestro mal,
y no perder el liderazgo moral,
ni el respeto por la dignidad humana.

Si la histeria contagia y mata
la moral y las buenas costumbres,
difícil tarea tiene la ciencia
y la conciencia,
para fabricar una vacuna,
que nos recupere de ese mal.

2 comentarios:

Pavel Sánchez Amores dijo...

Un excelente pensamiento, la histeria colectiva confabulada con los medios de comunicación que promueven la desinformación...

Fanny dijo...

Muy buen artículo, acertado a la realidad.