“El
secreto de las grandes fortunas es un crimen olvidado efectuado con limpieza.
La
ley no castiga a los ladrones sino cuando roban mal.”
Honoré
De Balzac
Diezmo viene de diez.
El diez por ciento,
que cobraba el Rey,
o quien controlaba la ley,
por permitirte trabajar la tierra,
por permitirte producir,
por permitirte que hagas,
con su permiso formal,
la labranza, el jornal
y otros oficios por igual.
Sabías que en tal territorio,
o que en tal iglesia,
debías pagar el diezmo,
para poder trabajar.
El diezmo,
se transformó poco a poco
en figura jurídica,
y en parte de la jerga legal,
desde el derecho romano,
hasta la práctica actual.
Fue y es también,
una especie de doble sentido,
con el cual ocultar,
un secreto a voces,
un delito, un atraco,
un robo… un acto inhumano.
A quienes roban al Estado
a quienes roban a los ciudadanos,
se les dice y llama “los del diezmo”-
Frase o denominación
que causa hilaridad,
que atenúa la gravedad del hecho
y que oculta el verdadero significado.
Lo llamaron diezmo,
cuando debieron llamarlo robo,
extorsión, abuso, delito,
traición, bajeza, corrupción.
Manchados están,
muchos de los comensales,
que se sientan día a día,
en la mesa del poder.
Perdemos la cuenta
y también la noción,
de los millones que robaron,
de los millones que van a robar,
mientras el sistema permite
que el poder en el poder,
ate las manos del juzgador,
tape la boca del denunciante,
y lance al viento
migajas de alimento,
para que los hambrientos de fama,
aplaudan y protejan
a los abanderados del diezmo,
que rasgan sus vestiduras,
y gritan a los cuatros vientos
su inocencia y ternura
amenazando con castigar
a quienes han osado manchar,
su “buena fama” y su “buen actuar”.
Y así seguimos,
llamando diezmo al robo,
y cambiando el nombre,
a muchos actos,
que son, al final de cuentas,
corrupción mafiosa y desgraciada,
vestida con un manto
de mentirosa buena intensión.
Llamemos a las cosas por su nombre,
y nombremos a viva voz,
lo que queremos del país y su política.
Si somos tolerantes con la corrupción,
será señal de que claudicamos,
… sin siquiera luchar.