"En
nuestra época no existe tal cosa como 'mantenerse fuera de la política’. Todas
las cuestiones son cuestiones políticas, y la política misma es una masa de
mentiras, evasivas, tonterías, odio y esquizofrenia"
George
Orwell
Descubrió el populismo,
que para que la gente crea,
que vive en democracia,
es necesario el adoctrinamiento.
Ese populismo,
apoyado del marketing político,
descubrió a una ciudadanía vaga,
una ciudadanía conformista,
una ciudadanía ignorante,
que se creía y cree,
lo primero que escucha o lee.
Entonces ese populismo,
disfrazado de clase política,
de partidos democráticos,
de movimientos ciudadanos y populares,
empezó a adoctrinar en fundamentalismos.
Solo hay un color y una frase,
para describir a los buenos,
y un color y una frase,
para describir a los malos.
Se construyeron
y se siguen construyendo,
las historias de unos dioses de barro,
presentados al pueblo como líderes
extraordinarios,
como personas desinteresadas,
que trabajan noche y día
por el prójimo y sus hermanos.
Se construyeron discursos,
sobre inclusión,
que eran absolutamente excluyentes.
Discursos sobre amor,
que eran un odio disfrazado.
Discursos de defensa de la madre tierra,
que escondían ambición desmedida.
Discursos de honestidad,
que se alimentaban de corrupción y
mentira.
El adoctrinamiento,
solamente permite leer lo primero,
lo que el dios de barro quiere que
leamos,
lo que el dios de barro,
dispone que leamos y repitamos,
una, diez, mil, millones de veces,
sin pensar lo que decimos.
Ese adoctrinamiento es violento,
porque quien piensa diferente,
es a quien se lo señala como insurrecto,
como delincuente,
como terrorista,
y se pone en marcha
todo el aparato policial y judicial,
para silenciar las voces disidentes,
para callar al pensante,
al crítico con fundamento,
a quien ha leído,
no solo el discurso del adoctrinado
y del adoctrinador,
sino que ha sabido leer,
la realidad de las cosas,
el pasado, el presente,
y tiene miedo de lo que puede pasar,
en ese tiempo que llamamos futuro.
Por ese adoctrinamiento,
los hermanos de un mismo país se matan,
se roban, se disparan, se odian,
quieren separarse,
quieren estar solamente,
bajo el manto de su dios,
de su adoctrinador.
Por ese adoctrinamiento,
está en peligro el libre pensamiento,
la libertad de la palabra,
la libertad de disentir sin ser
violentado,
la libertad de hablar sin ser callado.
Y la situación es más cruel,
cuando el adoctrinamiento,
se pone su disfraz de político,
que defiende y defenderá,
la corrupción que lo mantiene en el poder.
Educación y no adoctrinamiento,
implicación en la vida del país,
y no un simple ejercicio de votar,
y esperanza en que podemos mejorar.
Ya lo dice Chomsky:
“Si asumes que no existe esperanza,
entonces garantizas que no habrá
esperanza.
Si asumes que existe un instinto hacia la
libertad,
entonces existen oportunidades de cambiar
las cosas”.
Nuevamente me pregunto,
¿de qué lado queremos estar?,
¿qué rol queremos jugar?,
¿cuánto nos interesa nuestra vida y la de
los demás?.