Cualquiera con fanatismo, poder e impunidad puede transformarse en una bestia
Isabel Allende
Los aplauden,
los siguen, los celebran,
los convierten
en una suerte de deidades.
Les creen todo lo que dicen,
hacen lo que les piden,
los transforman en dioses,
en profetas, en elegidos.
Junto a este grupo de personas,
cegadas por el fanatismo,
el fundamentalismo, el extremismo
y la más brutal ignorancia,
están otros que apoyan,
no por fanatismo o porque creen
en esos dioses de barro.
Muy por el contrario, están
porque cobran ese apoyo:
cargos, contratos, poder,
lucro sin límite.
Son una suerte de ejército
de toda mafia posible.
La humanidad ha vivido
y vive,
historias de fanatismos,
extremismos y fundamentalismos.
Son historias que coinciden
con tiempos de oscurantismos,
entendidos éstos,
como espacios de tiempo
donde la humanidad pierde
y ha perdido la capacidad
de leer, comprender, reflexionar,
pensar, construir una idea,
poderla expresar y hacerla realidad.
Una idea:
en beneficio de los demás,
por el bien común,
renunciando a intereses particulares,
buscando que todos ganen,
dejando de lado los egos
y los intereses comunes.
En tiempos de fundamentalismos,
de extremismos y fanatismos,
es necesario restaurar
aquello que a la humanidad
le ha servido para ser tal:
buena fe, sentido común,
esfuerzo, constancia, trabajo en equipo,
solidaridad, tolerancia, disciplina,
comprensión, humanismo, estudio,
flexibilidad, humildad, compromiso,
lealtad, saber aceptar,
saber enmendar.
Una suma de valores
que no se cuelgan en ninguna pared,
por el contrario
se construyen en el corazón,
se comparten sin pretensión
y se siembran y cultivan en vida
-por amor-
Lo contrario, es dar vida
a los que viven del fanatismo,
del fundamentalismo y del extremismo,
como profesión maldita.