No existe una competencia «sana» dentro de una organización del conocimiento; toda la competencia interna es destructiva. La naturaleza de nuestro trabajo es que no puede ser hecha por una sola persona aisladamente. El trabajo del conocimiento es por definición colaborativo
Tom DeMarco
Los ejemplos están a la vista,
los testimonios, los recoge la historia,
las grandes obras, las grandes hazañas,
las decisiones más complejas,
las transformaciones,
aquello que ha marcado un cambio
en la historia de grupos sociales
y de territorios,
no ha sido el resultado de una sola persona,
si no de un grupo de personas,
que dejando de lado lo individual
decidieron creer que es posible
hacer lo que se dice que no se puede.
Unidos, el conocimiento
se multiplica por miles.
Unidos, las carencias
casi desaparecen.
Unidos, miramos a la vez
a muchos lados.
Unidos, celebramos la alegría
y sufrimos por la pena y la tristeza,
sin aquella soledad que duele el alma.
Juntos, somos los dedos de una mano
en forma de puño.
Juntos, podemos lograr
aquello que solamente solos, podemos añorar.
Es curioso,
todo lo dicho,
tiene tanta verdad como lógica,
pero no es fácil,
es más, podríamos decir,
que en ciertos momentos
y en ciertos entornos es incluso imposible.
Es todo un aprendizaje,
un desprendimiento,
un ejercicio de tolerancia,
de inclusión, de amor y confianza.
Es devolverle al honor,
al trabajo, al esfuerzo, al sano interés,
y al beneficio común,
su razón de ser.
Y ello requiere liderazgo y sabiduría.
Liderazgos, que inspiren,
junten, motiven y provoquen fe.
Liderazgos que enseñen
que el líder, es primero entre iguales
y que el cambio, la mejora, la transformación,
y ese mundo que soñamos para los que amamos
y para los que desconocemos,
no cambiará si seguimos separados,
haciendo siempre lo mismo.
Debemos aprender a colaborar,
y con ello desterrar por completo,
las agendas personales,
las agendas ocultas y ese perverso deseo
de querer figurar, así sea sobre el cadáver
de todos nuestros mejores deseos.