jueves, 16 de noviembre de 2023

Aprender, comprender, actuar, enseñar…

El que abre la puerta de una escuela cierra una prisión

Víctor Hugo

La hemos llenado de reformas,

de supuestos expertos,

de normativas interminables,

de procesos inentendibles,

de estructuras inservibles,

de futuros inciertos

y de planificaciones irreales.


La educación para algunos,

dejó de ser un derecho

y se convirtió en todo,

menos, para aquello que la inspiró.


Memorizar, repetir,

dejar de pensar,

olvidarse de razonar,

hacer caso en silencio,

cumplir todas las normas,

que pusieron otros

y que sin entenderlas,

es deber cumplirlas.


Ciertos modelos educativos,

se diseñan poco a poco,

para asesinar en silencio

la creatividad, la naturalidad,

la humanidad y la ilusión,

por descubrir el mundo

con ojos propios

y con particulares y propias capacidades.


Otros modelos educativos,

piensan que todos son iguales

y evalúan una serie de capacidades

sin ponerse a pensar

si todos aprenden por igual,

si todos entienden igual

y si todos pueden opinar 

sobre algo con lo que no comparten,

o piensan diferente.


Tantas puertas,

podría abrir la educación:

oportunidades, nuevas realidades

y todas favorables para la humanidad.

La educación, 

no solamente nos ayudaría a reflexionar

o a pensar,

nos llevaría siempre a dudar,

para poder estudiar y cuestionar

con el fin de mejorar una y otra realidad.


La educación abriría puertas,

y cerraría cárceles, decía el filósofo,

y yo añado que no serían -solamente-

las cárceles físicas, 

si no aquellas de la mente y la razón.

Aquellas cárceles, donde el carcelario,

corrompió corazones y almas

y mantiene  encerrados

a los valores básicos

de la dignidad y convivencias humanas.


La educación,

haría que sus aulas,

rompan sus paredes

y conviertan al mundo mismo

como el espacio para aprender a conocer, 

aprender a hacer, aprender a vivir juntos,

y aprender a ser… una y otra vez, pero en serio.



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