Salud piden los hombres a los dioses en sus oraciones,
pero no se percatan
de que tienen en sí mismos control sobre ella y en que,
como hacen por su desenfreno lo contrario a lo debido,
se convierten en traidores de su salud por sus propios apetitos
Demócrito
Nada ha cambiado,
el virus sigue activo,
el peligro no cesa.
Al contrario,
cual enemigo invisible,
te hace creer que no está,
que no existe
o que no es tan malo.
Mientras te obligaban
a un encierro complejo,
acatabas la ley o la orden,
con desgano, desesperación
y también con mal ánimo.
Las condiciones cambian,
con los días,
para intentar reactivar,
una economía deprimida,
una economía golpeada,
unos trabajos perdidos,
unas oportunidades afectadas.
Y en ese cambio de condiciones,
algunos, varios, muchos,
salen “desbocados” a las calles,
y hacen lo que les da la gana,
perdiendo el control,
incumpliendo normas básicas de convivencia
y de respeto social.
Las condiciones de peligro
y de complejidad de la enfermedad
no han cambiado para nada.
Sin datos ciertos,
sin mediciones ordenadas,
la sociedad camina,
dando palos de ciego,
por donde va.
Se escucha, se especula,
se oye, se dice,
se comenta que vamos mal,
que vamos muy mal,
o que vamos mejor,
o que vamos mucho mejor.
Sin embargo,
las condiciones del virus,
y su peligrosidad
no han cambiado para nada.
Tampoco ha cambiado,
la tendencia al desenfreno,
a dejar de hacer lo debido,
a cosechar tempestades,
luego de sembrar vientos.
De nada sirven
los pedidos y ruegos
de quienes cuidan a los enfermos
en un hospital o en una casa.
De nada sirve
conocer las secuelas
que deja el virus
a su paso por los cuerpos.
De nada sirven
las lágrimas de quienes
perdieron y siguen perdiendo
a sus seres queridos.
El desenfreno,
no tiene oídos,
actúa solamente por instinto,
sin un ápice de humanidad.
Y es un desenfreno
no solamente en lo social.
La clase política,
en el poder y la que quiere llegar a él,
lanzan sus mensajes,
para provocar una especie de desenfreno,
que nos mantenga ocupados
de lo trivial,
y no de lo verdaderamente importante.
Seguimos esperando,
que las cosas cambien,
mientras hacemos las cosas,
como las hemos hecho siempre.