lunes, 21 de octubre de 2019

Sé feliz… A Pedro José Jaramilo Enciso


Sé feliz allá dónde estés y recuerda
que algún día volveremos a abrazarnos.
No hay palabras…
ni las habrá,
que puedan describir
el dolor de la muerte
de a quien diste la vida.

Nada calmará el dolor,
nada volverá a ser igual,
todo se transformará,
como se transformó el:
de un ser terrenal,
a un ángel celestial.

¿Qué le dices a un padre,
que llora la muerte de su hijo?
¿Qué le dices a una madre,
que no puede detener el dolor
de ver a su hijo muerto?

No se puede decir nada,
solamente abrazar,
abrazar su corazón y su alma,
y construir una oración
que sea como el abrazo de Dios,
que brinde poco a poco,
la fuerza para sobrellevar el dolor.

jueves, 17 de octubre de 2019

883


“Ningún hombre conoce lo malo que es hasta que no ha tratado de esforzarse por ser bueno. Sólo podrás conocer la fuerza de un viento tratando de caminar contra él, no dejándote llevar”
C.S. LEWIS

Fueron chispas de violencia,
las que cayeron sobre leños,
sobre pajas y sobre ramas secas
y de pronto… se encendió en fuego.

Fuego de molestia,
fuego de reclamo,
fuego de tristeza…
fuego inhumano.

Fue tal el fuego,
que se escapó de las manos.
De las manos de los que protestaban
por su miseria y su desgracia.

De ese dolor tan cierto,
de ese dolor tan complejo,
se sirvieron los hijos
del dios de barro,
para incendiar las calles,
para sembrar el odio,
para hacer sentir miedo,
para acabar todo,
para destruir el presente,
pidiendo que para el futuro
regrese y regresen,
los que se llevaron,
a manos llenas,
la patria, la vida,
y millones de recursos.

Eso fue antes
del 883,
un documento
satanizado por varios,
apoyados por otros tantos,
incomprendido por muchos,
desconocido, en el fondo,
por todos.

Nada importó luego,
ni los niños en brazos,
que acompañaban en la protesta,
ni las mujeres, los hombres
y los jóvenes indefensos.
No importaron los enfermos,
los edificios públicos,
la propiedad privada,
los pequeños negocios.

No importaron
las familias atrapadas,
en medio del fuego,
importaba la lucha,
la pelea,
quien demostraba
el mayor poder,
la mayor desgracia.

Despertaban las voces,
luego de una década de silencios,
no había costumbre de dialogar,
todo había sido
criterios impuestos.

De pronto el fuego se apaga,
y también los gritos callan,
no ha terminado la guerra,
solamente es un alto al fuego,
porque esos pueblos
y también sus autoridades
aun les falta entender
que el diálogo es,
un ejercicio diario de la democracia.
Que el gobernante,
es el representante
y como tal gobierna en función
del beneficio común.
Que su diálogo no es con unos,
que su diálogo es con todos,
que no se puede quedar fuera
nadie que represente
la diversidad de un país,
que trabaja con ahínco,
con fuerza y con amor,
y que le duele ver
cómo destrozan lo que se construyó,
no ahora,
sino en años de historia,
en años de guerra y conmoción.

Un número nos une: 883
o nos divide para construir
o destruir un país.
Lo que nos separe,
o, lo que nos una,
que no sean intrascendencias
de politiqueros y malandros.
Que lo que nos separe, quizá,
sea la forma pacífica de hacerlo.
Que lo que nos una,
sea el horizonte compartido:
el amor a la humanidad y el amor a la Patria.

jueves, 3 de octubre de 2019

Un Estado de excepción… o un estado de decepción

Los numerosos escándalos judiciales de los últimos años habían destapado el invisible sistema de túneles construidos en los sótanos de la organización estatal, túneles que unían diferentes departamentos e instituciones. Lo que antes habían sido sospechas, o imaginaciones sectarias, finalmente se había puesto al descubierto. El poder real se ejercía en gran parte desde unos pasillos secretos, poco iluminados, lejos del control que se suponía que era la característica básica de un Estado de derecho
"Los perros de Riga" (1992), Henning Mankell


Escribo estas letras,
mientras leo y observo con dolor,
que, a pretexto de una protesta,
los delincuentes comunes,
piden anticipadas elecciones.
Otros, también comunes
y también delincuentes,
siembran el miedo y el terror,
repitiendo una mentira siniestra:
esto no pasaba,
cuando otro nos robaba.

Vivimos en un maltrecho Estado,
víctima de los más cruentos,
inhumanos y voraces ataques
de una clase dominante y politiquera,
que entendió la fórmula maléfica
de la dominación del electorado.
Una clase politiquera
que sabe el manejo cruel
del discurso en tarima,
de las frases prefabricadas: “la culpa es del otro”,
y de “yo trabajo por ti… sin interés alguno”.

Asesinada la ética,
la buena fe y las buenas costumbres,
en el ejercicio de la política,
el fin justifica los medios,
y todo vale en la guerra por los votos,
en la guerra por asaltar al poder
a como de lugar,
porque al final de cuentas,
lo que interesa son los grandes negociados,
los grandes atracos al Estado,
los contratos descarados,
que se firman en nombre del electorado…
que los cobran los del poder
y los pagan los ciudadanos.

Quizá se necesiten reformas,
y decisiones complejas
sobre macroeconomía
o sobre el estado de derecho.
Pero eso serán siempre,
“un saludo a la bandera”,
“un borra y va de nuevo”,
si los modelos de servicio público,
de liderazgo o ejemplo,
son las vergonzosas formas
de hacer gobierno o política,
en todos estos años,
que decimos haber regresado
a una supuesta democracia.

Le hacemos el juego al poder,
cuando endiosamos a los Caudillos,
cuando el lugar de condenarlos,
les rezamos todos los días,
o para que no se vayan,
o para que regresen,
no importan que roben,
lo importante es vivir
en el adormecimiento de sus palabras,
en sus promesas baratas,
en sus ofrecimientos,
que duran poco,
pero que de algo sirven,
cuando la moral murió
y en su lugar reina
la corrupción y sus desgracias.

El circo terminará,
los gritos y las llamaradas,
de todas las protestas,
terminarán por acabarse,
en medio de la fiesta
de los que se sirven del poder.

Un estado de excepción terminará
y seguirá un estado de decepción,
que no podremos ver,
porque vendrán los reclamos
de los autodenominados ganadores,
de los señalados perdedores,
de los nuevos candidatos…
de los nuevos opresores.

Larga vida al oscuro poder
y a sus pretensiones,
cuando en lugar de ciudadanos pensantes
tienen, un infinito número de rebuznadores.