¿qué diferencia hay para los muertos, los huérfanos y los refugiados que la loca destrucción venga bajo el nombre del totalitarismo o el sagrado nombre de la libertad y la democracia?
Gandhi
Lo que en sus manos cae,
lo destruyen, lo cambian, lo acaban,
lo modifican en beneficio propio,
y lo venden como (supuesto) beneficio colectivo.
Ellos son,
los fanáticos de la destrucción,
que han hecho del oficio
su forma de vida,
su garantía de enriquecimiento,
su pasaporte a la diversión
sin importar las lágrimas
y el sufrimiento de miles,
que siendo víctimas
aún creen que esos fanáticos
serán a la vez sus salvadores.
Han destruido la magistratura
de lo que significa el servicio público.
Y no solamente eso,
con la destrucción de ese concepto,
asumieron e hicieron creer
que recibir el encargo del poder
les permite hacer lo que les de la gana.
Han destruido el sentido
de la dignidad y el servicio,
y el enorme significado que conlleva
recibir dinero de todos
para trabajar por el cuidado de todos.
Al contrario,
se lo gastan en los lujos de pocos,
de unos pocos mafiosos y desgraciados,
que impiden que haya medicinas,
médicos, centros de salud
y dinero para garantizar
el digno retiro de aquellos
que han ahorrado para tener
una digna vejez.
Destruyeron también
aquella institución
que se encargaba de elaborar
diversas normativas
que buscaban cuidar
a la persona humana,
a su entorno, a su cultura,
a su ambiente… a su historia.
Y que también velaba
porque las cuentas estén claras
en cada uno de los encargos
que los gobiernos recibían
cuando los elegían.
Hoy esa institución no existe,
lo que queda de ella
son oficinas, edificios,
nóminas interminables,
presupuestos infinitos
y discursos vacíos y nefastos
que permiten que la destrucción siga
bajo el sagrado nombre
de lo que ellos renombraron
como libertad y democracia.
Destruyeron el sentido del bien común,
destruyeron aquellas instituciones
que se crearon para protegernos a todos.
Las transformaron en espacios
de servilismo y pompa vacía.
Destruyeron las fuerzas del orden,
y las convirtieron en fuerzas del desorden.
Destruyeron los valores, el sentido común,
la confianza, las buenas costumbres, las buenas formas
y las buenas acciones.
Destruyeron al elector
y lo convirtieron en el camino perfecto
para manipular y desinformar,
porque descubrieron que aquel elector
quería cambiar el mundo,
pero no estaba dispuesto, para nada,
a cambiar él mismo.