jueves, 12 de diciembre de 2013

El derecho humano a la paz

Hay algo tan necesario como el pan de cada día y es la paz de cada día,
la paz sin la cual el pan es amargo. Amado Nervo

Semana de aniversario
de la Declaración Universal
de los Derechos Humanos.
Semana en la cual,
a través de distintos actos
nos hemos recordado, al menos,
que tenemos derechos y deberes,
los seres humanos,
que hay unas normas que no necesitan frontera,
creencia política o religiosa,
o dinero o cosas por el estilo,
que nos recuerdan la grandiosidad
del ser humano en la tierra
y la forma en que debemos
ayudarlo, respetarlo y promoverlo.

Semana también,
de profundo contenido simbólico
tras la muerte de un hombre de paz:
Nelson Mandela, Madiba,
que ha sumido al mundo
en una reflexión, en un recordatorio,
sobre lo que el hombre es capaz de hacer
por el bien del hombre,
sin importar su color de piel,
incluso, sin recordar si es bueno o malo,
es ser humano al fin,
y eso es lo que cuenta.

Entre tantas palabras,
símbolos y reflexiones por la paz
y los derechos humanos,
debemos hablar también
de un tipo de derecho
que quizá agrupa
a la mayoría de ellos:
el derecho humano a la paz.

Paz entendida,
no como ausencia de guerra,
o como una imposición de un gobierno,
o como un silencio impuesto,
o como el temor a hablar.
Paz entendida,
como el triunfo de la razón
ante los diversos actos de violencia
ante las diversas violencias,
que existen en nuestro mundo.
Paz entendida,
como la oportunidad igualitaria
al trabajo, a los servicios de salud,
a la educación de calidad,
al servicio público,
a las condiciones normales
y dignas de vida.

Paz, entendida como
la oportunidad de mejorar en la vida,
de ser respetado y respetar,
de exigir cuentas al gobierno,
de dar cuentas al Estado.

Paz, entendida
como el respeto a la honra y al buen nombre,
a la buena fe como inspiración
de las relaciones humanas.

Paz, entendida
como la posibilidad de enjuiciar
a quien se ha enriquecido
del dinero público
de los fondos de todos.

Paz, entendida
como la responsabilidad ciudadana
de trabajar por un mundo mejor,
de corregir con el ejemplo,
de ser palabra viva,
y no discurso encendido
sin capacidad de acción.

Ese,
ese es el derecho humano
que a la vez es obligación.
Cuando hablemos de paz,
dejemos de lado
el romántico concepto del pasado
y entendamos que estamos hablando
de algo que aspiramos para los que amamos
y también para los que no queremos.

¿Cuánto estás dispuesto a trabajar

por el derecho humano a la paz?

viernes, 6 de diciembre de 2013

Mandela... Madiba

"Un pueblo que pierde la fuerza necesaria para sacudirse el yugo
acaba por venerarlo"
José Vasconcelos

Murió Mandela,
un líder de paz,
de ejemplo sin par.
Y nos deja mil y un historias,
de lo que deber ser
el ciudadano de hoy,
el político de hoy,
el ser humano de hoy.

Con defectos y manías,
como cualquier ser humano,
Mandela empezó su trajinar
en el mundo siendo minimizado,
siendo excluido,
siendo apartado,
siendo ultrajado…
y siendo encarcelado.
Y en lugar de reaccionar,
como cualquiera esperara:
con violencia y malas palabras,
Mandela se dedica a diseñar,
en sus más de veinte y siete años
de cárcel injusta,
la nueva manera de gobernar,
la manera de construir un país de paz,
un gobierno multicultural,
sin resentimientos y odios,
sin remembranzas de pasados oscuros,
sin tiempo para la venganza y el oprobio.
Mandela abraza la noviolencia,
y hace de ella su bandera.

Mientras el mundo impotente,
no lograba su libertad plena,
Mandela esperaba su momento de servir,
su momento especial,
el momento de la verdad.

Ese momento llegó,
y llegó a ser un asunto mundial:
un líder negro era presidente
en un país donde el color era pecado,
donde el color de la piel
dividía a los hombres
y hacía a los blancos buenos
y a los negros malos.

Mandela llegó para unificar,
para construir,
para ordenar,
para proyectar,
para trabajar por la paz,
usando la fuerza de su ejemplo
y de su tenacidad.
Logró la atención del mundo,
y trazó su plan de paz,
sus años en el gobierno,
lograron el cometido.

Mas no cayó en la tentación
de quedarse en el poder,
a pesar de que millones de voces
se lo pedían por doquier.
Miró que la democracia
necesitaba de oxigeno,
miró que su pueblo,
necesitaba de respiro.
Dejó el poder,
en momentos que podía quedarse en el,
todos los días de su vida.
Y decidió seguir su camino
Hablando con la juventud,
invitándole a la libertad,
a educarse para ser libre en paz.

Mandela nos deja su ejemplo,
un ejemplo que hay que estudiar,
yo diría más…
un ejemplo que hay que imitar.
¿Cuántos de nosotros estamos dispuestos?

¿Cuántos de nuestros políticos querrán hacerlo?