viernes, 25 de agosto de 2017

De intolerancias y otros demonios

“El furor de la intolerancia es el más loco y peligroso de los vicios,
 porque se disfraza con la apariencia de la virtud.”
Robert Southey

Dice un viejo refrán,
que no hay influencia mayor,
cuando se trata de educación,
que predicar con el ejemplo
y con la dedicación.

Resulta que hoy en día,
una buena parte
de los predicadores,
léase líderes, políticos,
ideólogos y demás personajes,
que influyen en la opinión pública,
predican con el ejemplo de la violencia.
Quizá porque de esa manera,
consiguen llamar la atención,
y consiguen también
el apoyo de grupos de poder,
de grupos extremistas
que lo único que entienden
es el lenguaje de la imposición
absurda y desgraciada.

Se imponen por tanto,
en una buena parte de este tiempo,
en una considerable extensión,
de influencia en nuestras sociedades,
se imponen decía,
una forma intolerante de liderazgo,
que enciende los ánimos,
que apela a las bajas pasiones,
que juega con el miedo,
que divide y vence.

Países que cierran sus fronteras,
olvidando que su historia
se ha construido con manos propias
y con manos extrajeras.
Líderes que promueven,
la construcción de muros,
para evitar que “lo malo entre”,
y “lo bueno quede”.

Líderes que predican,
y que a la vez incitan
al uso brutal de las armas,
y que se declaran estados del terror,
asesinando  a diario,
como práctica de vida.

Grandes economías,
que se enriquecen más,
con las industrias de las armas,
del narcotráfico y
el tráfico de personas.

Políticos,
que construyen a su alrededor,
falsas leyendas de caudillismos extremos,
malgastando el dinero público
en estrategias que buscan
volver más ignorante
a su electorado
para que lo siga a todo lado,
para que no vea lo robado,
para que odie a quien piensa en contrario,
y para que lo elija siempre
como su señor y salvador.

Son esos ejemplos,
que muchos siguen,
que muchos promueven,
los referentes de la cultura de la ilegalidad,
de la cultura de la intolerancia,
de la cultura de la violencia.

Por desgracia,
son ejemplos y modelos,
que muchos buscan seguir.
Son ejemplos y modelos,
que se defienden, que se promueven,
que son promovidos,
como modelos adecuados,
para este momento de la vida.

Triste, pero es la realidad,
que aún escuchemos voces
que defiende supremacías racistas,
que hacen apología de ellos
y promueven a genocidas.

Triste, pero es la realidad,
que aún hayan personas,
que defiendan con su vida,
a quien frente a sus ojos,
les robo la vida, la ilusión y el futuro,
a cambio de un discurso
de supuesta salvación.
Pero más triste es mirar,
la venda en millones de ojos,
que logra que una gran mayoría,

esté sometida ante unos pocos.

jueves, 17 de agosto de 2017

Todo por dinero

“Quienes creen que el dinero lo hace todo, 
terminan haciendo todo por dinero.”
Voltaire


“Si el poder, 
tiende a corromper,
el poder absoluto,
corrompe absolutamente”,
lo decía Lord Acton,
al referirse al nacionalismo,
como fórmula de vida,
de políticos de turno,
que están en el poder por dinero,
pero se dicen pobres y comprometidos,
con la causa de un pueblo,
de aquel pueblo que sirven,
solo por dinero.

Esta quizá sea una frase,
que pueda resumir,
lo que el absolutismo,
causa en las sociedades 
y en los Estados de los que se sirve.

Cuando domina el absoluto,
cuando una sola es la versión de las cosas,
cuando el gasto público
no tiene control alguno.
Cuando el rendir cuentas,
se convierte en un show mediático,
en el que se presentan cifras y hechos,
que no admiten cuestionamientos.

Cuando todo es por el dinero,
y se lo disfraza como servicio un a la patria,
como la gran década ganada,
como la única y gran obra pública,
como los verdaderos padres de la patria,
es que siento que cubrieron una gran cloaca
con mentiras de tal envergadura,
que a los ojos de la gente,
todo era luminoso,
único y diferente.

Un estado absoluto,
al que se se suma
el deseo y el desenfreno,
por ganarse fácil miles,
millones de dólares,
que se embolsaron unos ladrones,
que se decían servidores.
Es más, 
aún lo dicen
y tiene la desfachatez
de seguir ganando un sueldo,
que lo pagan nuestros impuestos,
mientras ellos niegan,
que lo que hicieron,
era todo por dinero.

El gran cómplice,
de este tiempo oscuro,
fue siempre aquella estructura,
que ató de manos a la justicia,
que silenció al juzgador,
que maniató al investigador,
que tomó por asalto
los poderes públicos,
y bajo amenaza,
supo con el tiempo callarlos.

Aquellos que lo hicieron,
todo por el dinero,
se abrazaban,
y se hacían aplaudir por las masas,
que absortas admiraban,
en medio de la fiesta,
de la comida y del canto, 
a sus dioses de barro.
Dioses que les decían
que todo estaba bien,
que todo era honesto,
que esos, eran otros tiempos,
nuevos tiempos,
no aquellos viejos momentos,
donde lo que ellos llamaron,
la vieja política,
robaba y robaba sin parar.

En aquel silencio,
en aquellos momentos,
que fueron días y días,
años y años interminables,
de mensajes de los sábados,
de mensajes a diario,
donde ocultas las cuentas,
era posible el engaño,
caes en cuenta
que lo hicieron todo por el dinero.

Y fueron voces del extranjero,
las que alertaron sobre la podredumbre 
sobre una suerte de mafia,
que se había tomado el poder,
y que compraba voluntades,
conciencias y silencios,
de altos, medios y bajos cargos públicos,
que se presentaban a nuestros ojos,
como los reyes y salvadores.

Fueron esas voces del extranjero,
las que alertaron,
que aquellos que hicieron todo por el dinero,
buscan cerrar su ciclo 
con el broche de la impunidad,
con la complicidad de funcionarios públicos,
que repiten sin cesar,
¿dónde están las pruebas?,
que hablan ahora del debido proceso,
que buscan limitar,
la posibilidad de auditar:
las cuentas, los contratos,
las relaciones y las acciones,
de quienes en su momento,
vivieron todo por dinero,
y se enriquecieron 
en montos y cifras
que aún escapan a nuestro entendimiento. 

No son tiempos de declaraciones bonitas,
o de buenos deseos.
Dura es la tarea de extirpar,
la corrupción nacional,
sea donde sea,
caiga quien caiga.
Ojalá las voluntades no cedan,
ojalá no callemos los ciudadanos de a pie,
ojalá a los juzgadores no les tiemble la mano,
ojalá que el poder,
no se deje seducir  nuevamente,

por el deseo de eternizarse en el.

viernes, 4 de agosto de 2017

El castillo en la arena

El Estado unitario es corruptor de nacimiento, todo Estado unitario, en cualquier tiempo, espacio y forma de gobierno, es siempre personal: el Estado es el jefe del Estado. Y como absorbe la iniciativa de los organismos provinciales y municipales, sustituye con la ley de su voluntad la autonomía de esas sociedades: de aquí la desorganización, y de ésta la corrupción.

Eugenio Maria de Hostos



Nos vendieron la historia,
del prodigioso constructor,
del portentoso señor,
del omnipotente dios de barro,
que construía obras,
que escribía grandes historias,
que realizaba mágicas hazañas,
protegido siempre
por su celestial poder,
por su lengua mágica,
por la fuerza del dinero,
por la fuerza de su ley,
por su poder brutal,
violento y letal.

Aquel dios de barro,
se ufanaba en su reinado,
y en los años que reinó,
de que no había personaje en la historia,
terrenal y celestial,
que hubiese hecho
lo que él hizo,
que hubiese cambiado la realidad,
como él la cambio,
que hubiese hecho tantas cosas buenas,
como él las hizo,
que hubiese regalado tanto a sus seguidores,
a sus súbditos y enemigos,
como él lo hizo, de lunes a domingo.

Lo que nunca contó,
aquel dios de barro,
que resultó ser,
tan terrenal como humano,
fue que la gran historia
que su gran obra,
que su gran castillo,
se construyó en la arena,
cerca de las olas del mar,
en un terreno inestable y poco adecuado,
sin cimientos, ni suficientes bases,
que pudieran soportar,
el embate de las olas,
el paso normal de los días,
la circulación normal
de las personas que en el vivían.

Pero la historia no termina allí,
no se trataba solamente,
de haber construido aquel castillo,
en arena de agua salada,
por dentro aquel castillo,
era un lugar ingobernable.
El dios de barro,
en su histeria por gobernar
por disponerlo todo,
olvidó educar,
en algo que el no sabía:
el buen y sencillo gobierno.

Jamás respetó jerarquías,
saberes y críticas,
jamás aceptó errores,
peor desaciertos,
concentró todos los poderes,
confiscó todas las cuentas,
administró sin control los impuestos,
y en su corte,
y entre sus colaboradores,
jamás construyó un liderazgo,
una escuela de gobierno,
una idea de servicio,
todo fueron lujos,
amenazas, injurias,
todo fue el absoluto,
gobernando, construyendo…
y también destruyendo.

De pronto un día,
el dios de barro,
tan humano como cualquiera,
deja el castillo de arena,
ufanándose de su gran obra,
y también de su estilo de gobierno,
advirtiendo a su público,
el dolor que le causa,
dejar el poder y sus lujos,
advirtiendo que regresará,
si las cosas no se hacen,
como el las hizo y dispuso.
De pronto digo,
aquel castillo,
y aquel modelo de gobierno,
empiezan a hundirse,
empiezan a caerse,
empiezan a ser inoperantes,
inhumanos e intolerables.

Todo cae en ese reino,
todo, porque era de barro,
porque era falso,
porque no tenía fuerza que lo sostenga,
ni espíritu que lo inspire.

El castillo se hunde en la arena,
y se acusan a los primeros responsables,
los dedos apuntan,
las pruebas confirman,
el pueblo clama justicia,
la gente del dios de barro,
se autodefine perseguida.

Caerán uno, dos,
diez, quince, cien,
Quizá caigan todos,
pero ahí la historia no termina,
terminará en el día,
en que se eduque y nos eduquemos,
para que no existan,
peor que gobiernen,
dioses de barro,
seres malvados,
que usan el odio,
como estrategia para gobernar,

y eternizar al falso dioses en el poder.