jueves, 28 de diciembre de 2017

Siempre estaré contigo (En memoria de Julio Eguiguren Burneo)

La muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan;
si puedes recordarme, siempre estaré contigo
Isabel Allende

Hoy el cielo parece que llora,
algunos dirán que es por tu partida.
Yo quiero pensar,
que el cielo nos brinda el agua
para una nueva siembra…
agua, como símbolo de vida.

No te has ido a ninguna parte,
porque ha sido tan fuerte tu siembra,
que llegaste para quedarte.

Porque en la memoria queda
tu arte de contar la historia,
de vivir y adaptarte
a generaciones diversas,
a complejos momentos,
a situaciones complejas,
y disfrutar también,
de los buenos tiempos,
de la familia querida,
de la familia grande,
de los queridos amigos,
de la broma elegante,
y de aquella risa,
que cuando la recuerdo,
me alegro de haberla vivido.

Siempre estaré contigo,
le dijiste a esta ciudad,
cuando apostaste por ella,
por su gente,
por sus instituciones,
por el silencio que guardaste,
mientras tu mano servía,
a obras grandes y discretas,
que hoy dan cobijo
a quien lo necesita,
que hoy apoyan
a quienes sirven
a los más necesitados.

Siempre estaré contigo,
te dirá quien identifica tu camino,
quien te vio vivir,
quien te vio servir,
quien escuchó de ti,
la pasión por la vida,
por el recrear siempre,
lo que no se olvida…
o lo que no debemos olvidar,
lo que debemos contar.
Eras y eres un cronista,
aquel que con su palabra evitó
lo que para otros el tiempo olvidó.
Sin tu palabra,
parte de nuestra historia,
sería una fábula,
o no sería historial al final.

Ahora entiendo,
la importancia del recuerdo.
Y créemelo,
esa es ya tu enseñanza:
compartir el tiempo,
compartir la vida,
compartir la historia,
compartir los días,
para que eso sea
la tierra fértil en la que siembras
una semilla que crecerá mañana,
sin olvidar jamás
la mano que la plantó,
el corazón que la amó,
la esperanza que la regó,
esperando [con fe]
que se convierta en un mañana.

Siempre estaré contigo,
y la forma de decirlo,
no serán las palabras,
serán los hechos,
será en la forma de hacer y decir,
como lo aprendimos de ti.

No puedo negar la pena,
no puedo detener la lágrima,
al saber que no escucharé tu palabra.
Ya no serán mis oídos los que te oigan,

será sin duda… nuestra alma.

La historia de tus tiempos

Me quedo con el dulce sonido
de la palabra abuelito.
Me quedo con el ejemplo,
de tus días vividos.
Me quedo leyendo,
la historia de tus tiempos,
me quedo pensando,
cómo supiste vivir,
tan diversos momentos.

Me alejo para mirar,
tu paso en el tiempo.
Tu historia profunda,
las luces y las sombras,
que imagino fueron tu vida,
y lo que nos compartirte de ella.

Me acerco al filo de tu partida,
con las ganas de preguntar,
qué se siente estar
del otro lado de la vida.

No queda más que esperar,
mañana, pasado o cuando el tiempo diga,
mientras tanto me quedo,
me quedo leyendo,

la historia de tus tiempos.

jueves, 21 de diciembre de 2017

Muertos y desaparecidos

Le pregunté a mi padre:
“Si nosotros los buenos,
matáramos a todos los malos,
¿quiénes quedaríamos?
“Los asesinos”,
me contestó.

Un execrable crimen,
ciega la vida
de una pequeña niña,
que pensó regresar a casa,
no solamente ese día,
sino todos los días
que ella creía que tenía.

La mano asesina,
terminó con su vida,
causando un dolor
que no acabará nunca,
solamente será (espero),
-con el tiempo-
más llevadero, quizá,
menos intenso, ojalá-

Siendo parte de un recuerdo,
que se rodea de buen sentimiento,
y vence el odio y el resentimiento.

Como aquella niña,
otros niños también han muerto,
por culpa de manos asesinas,
de manos inhumanas.

Como aquella niña,
otros niños también han sido abusados,
han sido maltratados,
han sido desaparecidos,
sin que las voces ciudadanas,
tengan eco en el Estado,
o en las instituciones de los gobiernos.,
sin que los gritos, las protestas,
los ruegos y las ofertas,
hayan logrado traer sus cuerpos,
para ser llorados y enterrados.

Como aquella niña,
otros niños han sido,
y siguen siendo irrespetados.
Me viene a la mente el caso
de los hermanos Restrepo,
por quienes su familia,
aún no puede cerrar la oscura página
de su despreciable asesinato y desaparición.

Y qué decir,
de los cientos de niños abusados,
por profesores y maestros,
cuyos padres aún esperan
que los políticos de turno,
dejen de echarse la culpa,
y dejen actuar a la justicia,
para sancionar a los delincuentes.

Y aunque,
muchos o pocos,
piensen diferente
sobre lo que voy a decir:
no podemos creer,
que la solución pasa
por la pena de muerte,
por el cambio a la ley,
por el ojo por ojo,
por matar al asesino,
por declarar un estado de ira,
un estado de venganza y muerte.

Hay una triste y oscura realidad,
que se traduce en el hecho cruel
de que seres humanos
han sido declarados como desaparecidos,
han sido asesinados
por mafias que trafican con personas,
sin que la autoridad no pueda hacer nada
por cambiar esa realidad.

Y frente a ello,
en palabras del representante
de un colectivo que agrupa
a miles de familias que viven
con ese dolor por dentro,
frente a ello, decía,
hay un Estado y unas instituciones
que no están preparadas para hacer frente,
a las mafias del tráfico de personas,
que ponen precio a la vida,
que compran conciencias,
que compran voluntades,
que se financian,
con el dinero desgraciado
a unos delincuentes que saben,
que vender y traficar personas,
es tan lucrativo,
como vender armas y drogas.

Muertos y desaparecidos,
una dolorosa realidad,
y es más dolorosa,
cuando nos enfrentamos
a un monstro cuyos tentáculos,
están incrustados en espacios del Estado,
y cuando los ciudadanos,
no llegan a conocer la realidad completa,
del destino de sus desaparecidos,
porque no hay una estadística actual,
solo especulaciones sin par.

Que la muerte de Emilia,
no vaya al olvido,
que ella sea inspiración,
para que haya siempre una voz,
que mantenga altiva la conciencia,
ante la violencia,
ante la injusticia,
ante la incompetencia.

Que la muerte de Emilia,
sea punto de inflexión,
para que haya un después,
cargado de conciencia y razón,
que acoge y protege a las víctimas,
que sanciona a los victimarios

y que educa a los ciudadanos.

jueves, 14 de diciembre de 2017

Corrupción y violencia

Si no peleas para acabar con la corrupción y la podredumbre,
 acabarás formando parte de ella
Joan Baez

“No importa que roben,
pero que hagan obra”.
Así piensa,
una buena parte del electorado
que cada cierto tiempo,
con su voto elige
a los “representantes del pueblo en el Estado”.

Si frente a los actos de corrupción,
no hacemos nada,
ni siquiera asombrarnos,
corremos el riesgo
de llevar la ética a grados mínimos,
de asesinar la ética día a día.

Si frente a los actos de corrupción,
los organismos de control,
no pueden garantizar independencia,
idoneidad, fortaleza, sentido común,
transparencia y razón,
poco se puede esperar
para poder juzgar
como debe de ser,
como manda la ley,
a los corruptos y ladrones,
que se llevan el dinero por montones,
causando un daño irreparable,
fortaleciendo la imagen
del político insaciable,
de dinero y poder,
de convertirse en el absoluto,
de querer ser un rey.

La corrupción es una forma de violencia,
porque carcome las estructuras del Estado,
porque ese dinero robado
ya no podrá ser utilizado en obras,
en servicios, en mejoras,
para todos los ciudadanos.

La corrupción es una forma de violencia,
porque daña los corazones y las mentes,
de hombres y mujeres
que seducidos por el dinero fácil,
por las ganancias desmedidas,
por la ambición y la codicia,
hacen hasta lo imposible para robar,
y dejar sin dinero al Estado,
sin importarles nada,
solamente su propio beneficio
y el beneficio de las mafias
que los promocionan, protegen y chantajean.

La corrupción es una forma de violencia,
que como otras formas,
pasa por momentos inadvertida.
Son tantos los millones que se roban,
que se han robado,
y que resignados esperamos se roben,
que no es posible llegar a entender ese volumen,
no nos podemos hacer siquiera una idea,
de todo ese dinero que se llevaron
y se llevarán a manos llenas.

No podemos repetir aquella frase,
que legitima a los corruptos en el poder,
de que roben, pero que hagan obra.
Porque el servicio público,
no es para robar,
es para construir para lo social,
para lo común,
para el presente y futuro de todos.

Si el poder en el poder
en una suerte de complot,
que se toma todos los poderes del estado,
y roba a manos llenas
el dinero de los ciudadanos,
y a la par construye obras,
buenas o malas,
no podemos cerrar nuestros ojos,
relajar nuestra ética,
y no indignarnos, denunciar,
enjuiciarlos y encarcelar
a todos esos desgraciados,
que han jugado con la ilusión
y el futuro de seres humanos.

Pero eso no es todo,
quizá, no es siquiera,
lo más importante,
porque podremos llenar las cárceles
de corruptos ladrones,
y creer que con ello
se cambian los patrones.
Debemos educar,
educar en la ética,
en el respeto, en el honor del servicio,
en el gusto de servir,
sin buscar ningún rédito.
Que quien sea elegido,
para administrar el dinero común,
el dinero público,
lo haga por el gusto de servir,
y al terminar,
regrese a su casa,
con la satisfacción del deber cumplido,
y los bolsillos llenos de agradecimientos.

La corrupción como forma de violencia,
acabará en la medida,
en que eduquemos en la honestidad.

Cuando merezca la pena ser honesto,
cuando de verdad valoremos la honestidad,
y elijamos a políticos que sean abanderados de la verdad,
ese día la corrupción,
dejará de ser ese mal,

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que se toma  y asesina la patria y la nación.