jueves, 26 de enero de 2017

Muros

Si levantas un muro,
piensa en lo que queda fuera.
Italo Calvino

El nuevo presidente,
de una de las mayores potencias del mundo,
ofreció en tiempos de campaña,
construir un muro,
con el fin, según el,
de detener a quienes quieren
llegar al primer mundo,
a ese mundo soñado,
a esa tierra de oportunidades,
y ser felices como en las propagandas.

Un muro que detendrá,
-supuestamente-  personas que causan mal,
personas que no cumplen,
el perfil para ser considerados como un igual.

Hoy en el poder,
ese presidente dice
que cumplirá su palabra,
y que un muro se construirá
a como dé lugar,
... al precio que sea,
porque así lo prometió,
y así se cumplirá.

Es la política del absurdo,
el poder absoluto,
que denigra todo lo que no se encasilla
en sus parámetros de pureza.
Es la política del miedo,
que dispara y luego pregunta,
que se dispone a "limpiar"
todo lo que según ellos está mal.

El mundo se ha construido
de personas que vienen y van,
de seres humanos que viajan por inspiración,
porque sienten el llamado de buscar
un nuevo lugar para empezar.
También  están  los otros:
aquellos que viajan por desesperación,
porque huyen de la guerra,
porque huyen del dictador,
del fascista en el poder,
porque huyen de su tierra,
obligados y desesperados
porque están abandonados.

Mientras tanto,
los países ricos,
deciden levantar
los muros para las personas,
pero no para el dinero y la riqueza mal habida,
para esto último,
no hay fronteras ni barreras.

La deshumanización en su máxima expresión,
la ética en sus mínimos vitales,
la política vendida a la corrupción.

Los muros se levantan,
y no sólo en la tierra,
sino en nuestras cabezas,
donde construimos muros,
que con el tiempo,
dejan fuera el sentido común,
dejan fuera la ética y la esperanza.
Muros que nos convierten en seres inertes,
que nada esperan, que nada leen,
que no entienden
que el presente y el futuro,
no está en manos de un dios de barro
disfrazado de político en el poder,
que dispone lo que debemos
y no debemos hacer.

Estos muros son los que más me preocupan,
porque nos limitan la visión de la vida,
nos alejan de la realidad,
y nos impiden actuar.
Muros que ayudan al poder en el poder,
a construir  un discurso y una realidad,
que les permite perpetuar
su maléfico plan
de no irse a la casa jamás.

jueves, 19 de enero de 2017

Caras, sonrisas, promesas

"El político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene; y de explicar después por qué fue que no ocurrió lo que el predijo" Winston Churchill

Regresaron,
como regresan siempre,
en tiempos de campaña,
las fotografías de los candidatos de la política.
Están nuevamente en paredes y pancartas,
lucen todos sus galas,
aquellas que imponen,
el protocolo del marketing político,
del asesor que se hace rico.

Junto a sus fotografías,
regresan las caras sonrientes,
regresan las promesas de campaña,
regresan los saludos en la calle,
los abrazos y las visitas a los mercados,
regresan las visitas a los medios,
los saludos, los reconocimientos.

Regresan también,
las estrategias de campaña,
los discursos fogosos,
las acusaciones, las amenazas.

Regresa el discurso del miedo,
aquel que usan los que quieren el poder
a como dé lugar,
entonces te dicen y repiten
que solamente ellos te pueden salvar
que los otros solamente traerán
el oscuro pasado
de tristeza, pobreza y maldad,
como si el presente fuera pura tranquilidad.

Este regreso se produce
en un curioso momento:
la renovación de frecuencias
de emisoras de radio,
¿cuáles quedarán,
cuáles terminarán su existencia?,
¿quizá se quedan las que sirven al poder,
y las que lo critican,
ya nada pueden hacer?.

Una coincidencia más,
como otras que hemos tenido que aguantar,
-por no decir callar-
cuando los representantes
de las instituciones del estado,
no del gobierno,
resultan ser amigos, ex trabajadores y afines,
del gobierno y del poder sin límites.

En esto que llamamos democracia
debemos elegir
a los temporales representantes en el poder
y para ello regresan siempre,
en tiempos de campaña
las caras, las sonrisas… las promesas.

Y creemos en ellas,
en esas caras, en esos mensajes,
y nos entusiasmamos con las promesas,
y soñamos con un mundo mejor,
y con días mejores,
y votamos y les entregamos el presente
y el futuro que aún no vivimos.

Nuevas, viejas y repetidas caras,
sonrisas, promesas y propuestas,
suenan todo el día,
organizadas de acuerdo
al interés de la campaña,
donde no ganará el más votado,
sino aquellos que según la fórmula de “no se quien”,
acumula votos que no admiten razón alguna,
votos que llegan comprados
por la falsa promesa de la estabilidad en el trabajo,
porque eres parte del poder
y es la única manera de seguir en el,
porque la propaganda está bonita,
porque el candidato parece buenito,
porque en fin,
no te crees capaz de elegir algo diferente,
porque crees que con votar
ya vives en democracia,
porque piensas que la política
es propiedad de los políticos y del poder,
porque al final
con que roben y hagan obra,
lo demás no importa,
porque el país puede colapsar,
pero da igual,
mientras haya algo de comer,
algo se puede hacer.

Es que con esas caras,
con esas sonrisas
y con esas promesas de campaña,
regresa a mi
la culpa que debemos sentir
de no saber elegir
a quien deba cumplir
la promesa de campaña,
que no debería ser
una cosa  extraña,
al contrario,
debería ser la invitación
a trabajar juntos
por un futuro mejor,
y que el político sea
un instrumento para que ese futuro,
sea una realidad,
y no se transforme en un dios

que nadie puede tocar.

jueves, 12 de enero de 2017

Política y paz

De golpe se acercan unas elecciones y no sabes a quién votar. Sé lo que no quiero votar, pero lo que quiero votar no lo veo. Eso produce una impotencia enorme y los políticos deberían darse por aludidos
Pedro Almodóvar

Asumimos, por error,
creo  yo,
que la política es patrimonio de los políticos,
y que son ellos,
para bien o para mal,
que hacen de ella,
una forma de vida,
el espacio para  decidir,
cómo debemos vivir.

Asumimos por comodidad,
un rol pasivo en la política,
convencidos como estamos,
de que solamente somos votantes,
solamente somos ciudadanos,
que nada pueden hacer
para cambiar y mejorar
la realidad en la que vivimos.

Dejamos de lado la política,
a pesar de que ella,
es invitación innata
al trabajo comunitario,
a la construcción conjunta
de un modelo de desarrollo local,
que conlleva la renunciación
al interés propio por el interés común.

Es la política entonces
un instrumento para construir
una cultura de paz,
donde el político cumple
la promesa de campaña,
respetando la democracia
y sus valores supremos
de alternancia, independencia, tolerancia,
honestidad y verdad.

No podemos dejar que nos quiten,
la responsabilidad que tenemos,
en la construcción de un modelo político,
en una forma de hacer política,
diferente a la que ahora vemos,
donde los candidatos sonrientes en la fotos,
abrazan, prometen, invitan,
se declaran amigos de todos.

Juran que con ellos en el poder,
la realidad será otra,
incluso y a pesar
de haber sido poder
y sin haber podido cambiar
realidades dolorosas del país.

No creo en esa política,
que entiende que el poder
es del caudillo,
que pide el voto para encumbrar
a unos pocos
que emiten leyes sin cesar,
que insultar sin parar,
que no dan cuenta de los fondos,
que hay sido entregados para gobernar.

No creo en esa política violenta,
que quiere hacerme creer en dioses de barro,
que someten a los poderes públicos a su mandato,
que compran conciencias con chequeras ajenas,
que venden imagen de democracia,
porque alguien es su momento les dio el voto,
que derrochan dinero en jugosas campañas,
que buscan hacernos creer,
que con ellos estamos bien,
que no hace falta cambiar,
que todo lo demás está mal.

La política no es,
ni tiene que ser
sinónimo de violencia,
debe ser un delicado balance
entre el servicio, los intereses de la colectividad
y las necesidades de la individualidad.
Creo en una política
entendida como una oportunidad de crecimiento,
una invitación al trabajo compartido,
un soñar juntos aquel horizonte
que incluye mayorías y minorías,
es trabajar no para dar empleos
ni regalar bonos ni dinero,
sino para crear condiciones para que los ciudadanos
soñemos y hagamos realidad nuestros sueños
creando empresas socialmente y ambientalmente responsables,
en pocas palabras,
que seamos solidarios
y que pensemos más allá de nuestros propios intereses.

Creo en una política de paz,
y en los políticos que así la practican,
de los otros hay poco que decir,

pues ellos mismos hablan con sus burdas acciones.

miércoles, 11 de enero de 2017

Pasado

No regreses al pasado,
si es para llorar
por algo que remedio no tiene.
No regreses a ese pasado,
a aquel de la oscuridad sin tiempo,
de relojes sin horas,
y de esperas eternas.

Si hay en tus días
amaneceres y alegrías,
no pretendas encontrar respuestas
de por qué fueron así esos tiempos,
esos encuentros, esos momentos.

Si al pasado regresas,
que sea de visita,
recorriendo tranquilo,
sabiendo que encontrarás
fantasmas eternos,
miedos, sustos, temores, dolores.
Sabiendo…
que al primer amor vuelves,
que al primer error regresas,
que al inicio del todo vas,
pero nada, nada eso cambia,
esta realidad, tú realidad.

Quien cambia eres tu,
así al pasado vuelvas,
por respuestas o preguntas.
Quien cambia eres tu,
en un presente y un futuro,
que de tu pasado nacen,
y que son
lo que quieres que sean hoy y siempre.

En fin,
que serán también,
en algún momento,

el pasado que recorrerás.

Sombra y luz

Triste y cansado…
termina el día en este estado,
¿qué puede curarme la desesperación?.
Este deseo de dejarlo todo,
de botar todo por aquella ventana
de una vida que a veces,
es todo menos eso.

En medio de la locura,
aparece una luz
una que ilumina una frase que dice:
“aún me tengo fe”.

En medio de todo,
algo toma mi mano
y me escribe cosas buenas,
palabras de amor,
de amor por lo que amas,
por lo que luchas,
por lo que sueñas,
por lo que sientes,
por lo que darías esta,
y todas las vidas

que el destino te entregue.