jueves, 19 de enero de 2017

Caras, sonrisas, promesas

"El político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene; y de explicar después por qué fue que no ocurrió lo que el predijo" Winston Churchill

Regresaron,
como regresan siempre,
en tiempos de campaña,
las fotografías de los candidatos de la política.
Están nuevamente en paredes y pancartas,
lucen todos sus galas,
aquellas que imponen,
el protocolo del marketing político,
del asesor que se hace rico.

Junto a sus fotografías,
regresan las caras sonrientes,
regresan las promesas de campaña,
regresan los saludos en la calle,
los abrazos y las visitas a los mercados,
regresan las visitas a los medios,
los saludos, los reconocimientos.

Regresan también,
las estrategias de campaña,
los discursos fogosos,
las acusaciones, las amenazas.

Regresa el discurso del miedo,
aquel que usan los que quieren el poder
a como dé lugar,
entonces te dicen y repiten
que solamente ellos te pueden salvar
que los otros solamente traerán
el oscuro pasado
de tristeza, pobreza y maldad,
como si el presente fuera pura tranquilidad.

Este regreso se produce
en un curioso momento:
la renovación de frecuencias
de emisoras de radio,
¿cuáles quedarán,
cuáles terminarán su existencia?,
¿quizá se quedan las que sirven al poder,
y las que lo critican,
ya nada pueden hacer?.

Una coincidencia más,
como otras que hemos tenido que aguantar,
-por no decir callar-
cuando los representantes
de las instituciones del estado,
no del gobierno,
resultan ser amigos, ex trabajadores y afines,
del gobierno y del poder sin límites.

En esto que llamamos democracia
debemos elegir
a los temporales representantes en el poder
y para ello regresan siempre,
en tiempos de campaña
las caras, las sonrisas… las promesas.

Y creemos en ellas,
en esas caras, en esos mensajes,
y nos entusiasmamos con las promesas,
y soñamos con un mundo mejor,
y con días mejores,
y votamos y les entregamos el presente
y el futuro que aún no vivimos.

Nuevas, viejas y repetidas caras,
sonrisas, promesas y propuestas,
suenan todo el día,
organizadas de acuerdo
al interés de la campaña,
donde no ganará el más votado,
sino aquellos que según la fórmula de “no se quien”,
acumula votos que no admiten razón alguna,
votos que llegan comprados
por la falsa promesa de la estabilidad en el trabajo,
porque eres parte del poder
y es la única manera de seguir en el,
porque la propaganda está bonita,
porque el candidato parece buenito,
porque en fin,
no te crees capaz de elegir algo diferente,
porque crees que con votar
ya vives en democracia,
porque piensas que la política
es propiedad de los políticos y del poder,
porque al final
con que roben y hagan obra,
lo demás no importa,
porque el país puede colapsar,
pero da igual,
mientras haya algo de comer,
algo se puede hacer.

Es que con esas caras,
con esas sonrisas
y con esas promesas de campaña,
regresa a mi
la culpa que debemos sentir
de no saber elegir
a quien deba cumplir
la promesa de campaña,
que no debería ser
una cosa  extraña,
al contrario,
debería ser la invitación
a trabajar juntos
por un futuro mejor,
y que el político sea
un instrumento para que ese futuro,
sea una realidad,
y no se transforme en un dios

que nadie puede tocar.

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