lunes, 30 de septiembre de 2019

Profundo amor eterno (carta de un hijo a su padre) A David Eguiguren y a su padre Pablo

Cuando creía que eras tropiezos,
me encontré tropezando con todo;
descubrí que todos tropezábamos,
a su manera... a tu manera.

Cuando pensé 
que no entendías la vida,
descubrí que nadie alcanza a entenderla,
y que tú, en especial,
necesitabas otra realidad.
Es que hay almas tan sensibles,
y tú eras una de ellas.

Te recordaré siempre,
te recordaré para siempre,
luchando contracorriente.

Te recordaré con amor,
con ese amor que sentí de ti,
con ese amor que espero,
lo hayas sentido en tu corazón.

Tiempo de descansar papá,
aquí te recordaremos,
con profundo y eterno amor.

jueves, 26 de septiembre de 2019

Un llamado a la acción


"Nunca sabremos el valor del agua hasta que el pozo esté seco"
Thomas Fuller
Una joven activista sueca,
atraviesa el Atlántico,
para buscar llegar con su voz
a los líderes mundiales,
que se reunirán,
como siempre lo hacen,
en la sede de Naciones Unidas.

Ella… lleva algún tiempo es esa actividad:
protestar, denunciar y llamar la atención
sobre el estado del mundo,
de la naturaleza y de nuestro ambiente común.
Difunde por varios canales,
lo que la evidencia científica recoge,
los espeluznantes datos
sobre el impacto del ser humano
en el planeta y en el ambiente.

La responsabilidad,
ya no pasa por saber el diagnóstico,
si no, y sobre todo,
qué hacer con él,
qué hacer con los datos,
qué hacer con las realidades,
que hacer en el presente
para enfrentar el futuro.

Para algunos,
la campaña de esta activista,
no es más que la parafernalia
de personas que buscan protagonismo.
La hija de unos padres,
“medio” comunistoides
que han sembrado en ella,
sentimientos de odio y búsqueda
de fama rápida y barata.

Otros reducen la reflexión,
a temas de izquierda y derecha.
Unos buenos,
otros malos.
Unos ricos, otros pobres.

Algunos más,
descalifican toda evidencia científica.
Otros vaticinan la catástrofe mundial.
Cada uno, con su verdad,
cada uno, con su posición,
parecería que buscan el título de “ganador”.

Muchas palabras,
quizá demasiadas,
en un ambiente que necesita de manos
para actuar y empezar,
acciones de verdad.

Innegable es el hecho
de nuestro impacto,
del efecto que tiene para el planeta,
la vida misma en él.

Detenerse a reflexionar,
sobre qué y cómo cambiar,
nuestra forma de actuar
ante el impacto ambiental,
es quizá uno de los valores
que reclame la ética y la razón.

¿Serán necesarios tantos envoltorios?
¿serán necesarias todas las cosas
que a nuestro alrededor se fabrican?
¿Cuánto cuesta obtenerlas?
¿Cuánta riqueza
y cuánta pobreza,
genera el actual nivel de consumo
de la humanidad entera?

El nivel de responsabilidad,
sobre el impacto en el ambiente,
¿es el mismo para todos?
O, ¿unos son más responsables que otros?
¿Qué tipo de actividad,
genera más impacto
y más deterioro ambiental?

Y, sin ir tan lejos:
¿cuánta agua consumo?
¿cuánta agua desperdicio?
¿de dónde vienen los alimentos
que llegan a mi mesa?
¿cuál es mi huella,
aquella que dejo en mi paso por la tierra,
y que se produce,
de acuerdo con mis necesidades
y a mis convicciones sobre
una forma determinada de vivir,
léase: ¿de consumir?

Quedarse a discutir,
si la joven activista es,
de derecha o de izquierda,
o que su discurso lo hizo su mamá,
es negarse a actuar.

En nuestro propio interior,
en nuestra propia conciencia,
seguramente hay una parte de la respuesta.

Otra parte,
nos la dará la propia naturaleza,
con fenómenos o hechos
que nos harán entender
la gravedad o sencillez
del estado de la tierra.

Unido a ello,
una variable
más compleja que la naturaleza:
la responsabilidad de la autoridad
de generar la política pública adecuada
que acompañe la acción
individual o colectiva
y que no sea un pretexto más
para gobernar en el caos
y llenarnos de leyes
y no de soluciones
o herramientas para solucionar
los problemas del ambiente
y de la sociedad.

jueves, 19 de septiembre de 2019

Sobre la indiferencia en el ejercicio del poder

Hay  algo peor que la indiferencia por el dolor de los demás:
la banalidad con la que tratamos de mitigarlo. 
“El tribunal de las almas”
Donato Carrisi

Prometieron servir al pueblo,
le pidieron el voto,
le contaron el cuento,
que los votantes querían oír.  

Prometieron corregir los errores
de un pasado siniestro,
de devolver a la palabra
el valor que había perdido.

Motivados por las promesas,
por la campaña llena de mensajes optimistas,
por las fotos llenas de sonrisas,
por la ilusión de la tierra prometida,
un buen número de votantes,
les dio su voto,
les dio su confianza
y también su esperanza.

Pasan los días,
pasan los meses
y también los años,
y la indiferencia se hace evidente.

Indiferencia de aquellos
que ejercen algún tipo de poder.
Indiferencia que se muestra
en la forma de legislar,
en los pequeños consejos o cabildos
o en las grandes asambleas.

Indiferencia al gobernar,
al ejercer el poder.
lo que importa es la crónica roja,
lo que importa es demostrar
que los otros robaron mas,
no importa la situación
ni la desesperación 
de los que fueron víctimas del robo.

Indiferencia al momento de generar
nuevas legislaciones, nuevas normativas,
nuevas regulaciones.

No importa el bien común,
importa la foto,
ganarle la pelea al otro,
truncar la ideas contrarias,
por el simple hecho
de ser de los otros.

Indiferencia del poder,
al pensar solamente en el ahora,
y nunca en el mañana,
o jamás en el futuro,
porque están embelesados
con los dulces privilegios
de los beneficiados
y las ganancias del poder.

Indiferencia ante el dolor de los enfermos,
de los que no pueden acceder a la salud digna,
de los que buscan, cual si fuera limosna,
el derecho a ser tratados como seres humanos.
Indiferencia ante la corrupción en la compra de medicinas,
y de medicamentos caducados.

Indiferencia ante tanto y tanto dinero robado.
interesa solamente la foto de los encarcelados,
más no recuperar el dinero y los bienes robados.
Interesa señalarlos con el dedo
y reclamar la cabeza del delincuente,
cual trofeo de guerra.

Indiferencia ante la búsqueda 
de formas de ordenar,
la gestión de la cosa pública,
los fondos comunes,
y el dinero de todos.

Es tal el grado de indiferencia,
que el poder nos contenta,
con cosas banales:
promesas baratas,
shows y decisiones superficiales.
Siguen en el poder
aquellos que han sido señalados
cómo autores de grandes daños al Estado.

Los micrófonos solamente le sirven al poder,
para hablar de realidades sin sentido,
para hacernos saber,
que no hará nada en realidad,
que es tal la podredumbre y la corrupción,
que no puede hacer nada,
solamente pedir y pedir el voto
para seguir disfrutando
del poder en el poder.

Los únicos que pueden producir el cambio,
de repensar el presente,
de incidir en el futuro,
son los ciudadanos,
aquellos que somos víctimas de la indiferencia
de un poder que no puede
ejercer el mandato del servicio público.

Mientras no despertemos,
seguiremos siendo hijos
de la indiferencia y la desidia,
compañeras malditas,
de una sociedad estática,

ignorante y derrotada

jueves, 12 de septiembre de 2019

Sobre los incendios


El mundo no perece por los bandidos y los incendios, sino por el odio,
la hostilidad, y todas estas pequeñas rencillas
Antonio Chéjov
Los incendios,
tienen por costumbre,
demostrarnos
que no estamos preparados,
para las grandes llamas,
o los grandes desastres.

El fuego sin control,
destruye todo a su paso,
las distintas formas de vida,
la vida misma de las personas
y de los ecosistemas
que en ellos habitan
una infinita variedad
de manifestaciones de vida.

Llega un incendio
y llega el caos.
Llega un incendio
y llega la muerte…
junto a ella,
en muchos de los casos,
la amarga realidad
de sabernos impotentes,
por no poder organizarnos,
por no tener los medios para hacerlo,
por no haber invertido en prevención,
por no habernos educado.

Solamente cuando llega el incendio,
entendemos que los bomberos,
son una profesión importante,
necesaria y vital,
no para apagar el fuego,
sino para prevenirlo
y enseñarnos a actuar,
en tiempos de un incendio brutal.

Cuanta impotencia he sentido -y siento-
ante un incendio,
ante las llamas que lo consumen todo.
Apelamos, solamente,
a la solidaridad,
porque apagar las llamas no podemos,
no tenemos los medios,
no tenemos los recursos,
no tenemos la capacidad,
… el dinero que servía para ello
se lo llevaron los mismos,
los que usurpan y viven del poder,
y que siguen diciéndose entre ladrones,
quien robó más,
o quien es el más honesto
entre los malhechores.

También hay otros incendios,
aquellos que queman y acaban,
con la ética, por ejemplo,
y a la vez con la esperanza.
Incendios que queman
las buenas costumbres,
o las buenas formas.
Incendios que nos hacen,
enfrentarnos unos a otros,
haciéndonos creer
que el mundo se divide
en buenos y malos,
en ricos y pobres,
en blancos y negros,
en derecha o en izquierda.
Incendios que acaban con los matices,
con el sentido común;
incendios que encienden,
cruentas violencias,
y actuaciones perversas
complejas e inciertas.

Incendios que son el resultado,
de macabras campañas
de comunicación manipuladora
que busca sembrar en todos
el miedo, la envidia y el odio
hacia el otro,
por el simple hecho
de no pensar como él,
o como ellos.

Incendios que intentan,
acabar con la oportunidad de buscar
la suma de las verdades.
Incendios que arrasan,
con la esperanza de un mañana;
que te obligan a pensar,
que vivir sometidos
con el estómago medio lleno,
es mejor que vivir libres
con el estómago medio vacío.

En fin,
incendios que no son llamas,
incendios que no son luces.
Porque las llamas calientan,
porque las luces iluminan,
al contrario de los incendios,
que acaban a su paso… la vida.