jueves, 19 de septiembre de 2019

Sobre la indiferencia en el ejercicio del poder

Hay  algo peor que la indiferencia por el dolor de los demás:
la banalidad con la que tratamos de mitigarlo. 
“El tribunal de las almas”
Donato Carrisi

Prometieron servir al pueblo,
le pidieron el voto,
le contaron el cuento,
que los votantes querían oír.  

Prometieron corregir los errores
de un pasado siniestro,
de devolver a la palabra
el valor que había perdido.

Motivados por las promesas,
por la campaña llena de mensajes optimistas,
por las fotos llenas de sonrisas,
por la ilusión de la tierra prometida,
un buen número de votantes,
les dio su voto,
les dio su confianza
y también su esperanza.

Pasan los días,
pasan los meses
y también los años,
y la indiferencia se hace evidente.

Indiferencia de aquellos
que ejercen algún tipo de poder.
Indiferencia que se muestra
en la forma de legislar,
en los pequeños consejos o cabildos
o en las grandes asambleas.

Indiferencia al gobernar,
al ejercer el poder.
lo que importa es la crónica roja,
lo que importa es demostrar
que los otros robaron mas,
no importa la situación
ni la desesperación 
de los que fueron víctimas del robo.

Indiferencia al momento de generar
nuevas legislaciones, nuevas normativas,
nuevas regulaciones.

No importa el bien común,
importa la foto,
ganarle la pelea al otro,
truncar la ideas contrarias,
por el simple hecho
de ser de los otros.

Indiferencia del poder,
al pensar solamente en el ahora,
y nunca en el mañana,
o jamás en el futuro,
porque están embelesados
con los dulces privilegios
de los beneficiados
y las ganancias del poder.

Indiferencia ante el dolor de los enfermos,
de los que no pueden acceder a la salud digna,
de los que buscan, cual si fuera limosna,
el derecho a ser tratados como seres humanos.
Indiferencia ante la corrupción en la compra de medicinas,
y de medicamentos caducados.

Indiferencia ante tanto y tanto dinero robado.
interesa solamente la foto de los encarcelados,
más no recuperar el dinero y los bienes robados.
Interesa señalarlos con el dedo
y reclamar la cabeza del delincuente,
cual trofeo de guerra.

Indiferencia ante la búsqueda 
de formas de ordenar,
la gestión de la cosa pública,
los fondos comunes,
y el dinero de todos.

Es tal el grado de indiferencia,
que el poder nos contenta,
con cosas banales:
promesas baratas,
shows y decisiones superficiales.
Siguen en el poder
aquellos que han sido señalados
cómo autores de grandes daños al Estado.

Los micrófonos solamente le sirven al poder,
para hablar de realidades sin sentido,
para hacernos saber,
que no hará nada en realidad,
que es tal la podredumbre y la corrupción,
que no puede hacer nada,
solamente pedir y pedir el voto
para seguir disfrutando
del poder en el poder.

Los únicos que pueden producir el cambio,
de repensar el presente,
de incidir en el futuro,
son los ciudadanos,
aquellos que somos víctimas de la indiferencia
de un poder que no puede
ejercer el mandato del servicio público.

Mientras no despertemos,
seguiremos siendo hijos
de la indiferencia y la desidia,
compañeras malditas,
de una sociedad estática,

ignorante y derrotada

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