jueves, 26 de septiembre de 2019

Un llamado a la acción


"Nunca sabremos el valor del agua hasta que el pozo esté seco"
Thomas Fuller
Una joven activista sueca,
atraviesa el Atlántico,
para buscar llegar con su voz
a los líderes mundiales,
que se reunirán,
como siempre lo hacen,
en la sede de Naciones Unidas.

Ella… lleva algún tiempo es esa actividad:
protestar, denunciar y llamar la atención
sobre el estado del mundo,
de la naturaleza y de nuestro ambiente común.
Difunde por varios canales,
lo que la evidencia científica recoge,
los espeluznantes datos
sobre el impacto del ser humano
en el planeta y en el ambiente.

La responsabilidad,
ya no pasa por saber el diagnóstico,
si no, y sobre todo,
qué hacer con él,
qué hacer con los datos,
qué hacer con las realidades,
que hacer en el presente
para enfrentar el futuro.

Para algunos,
la campaña de esta activista,
no es más que la parafernalia
de personas que buscan protagonismo.
La hija de unos padres,
“medio” comunistoides
que han sembrado en ella,
sentimientos de odio y búsqueda
de fama rápida y barata.

Otros reducen la reflexión,
a temas de izquierda y derecha.
Unos buenos,
otros malos.
Unos ricos, otros pobres.

Algunos más,
descalifican toda evidencia científica.
Otros vaticinan la catástrofe mundial.
Cada uno, con su verdad,
cada uno, con su posición,
parecería que buscan el título de “ganador”.

Muchas palabras,
quizá demasiadas,
en un ambiente que necesita de manos
para actuar y empezar,
acciones de verdad.

Innegable es el hecho
de nuestro impacto,
del efecto que tiene para el planeta,
la vida misma en él.

Detenerse a reflexionar,
sobre qué y cómo cambiar,
nuestra forma de actuar
ante el impacto ambiental,
es quizá uno de los valores
que reclame la ética y la razón.

¿Serán necesarios tantos envoltorios?
¿serán necesarias todas las cosas
que a nuestro alrededor se fabrican?
¿Cuánto cuesta obtenerlas?
¿Cuánta riqueza
y cuánta pobreza,
genera el actual nivel de consumo
de la humanidad entera?

El nivel de responsabilidad,
sobre el impacto en el ambiente,
¿es el mismo para todos?
O, ¿unos son más responsables que otros?
¿Qué tipo de actividad,
genera más impacto
y más deterioro ambiental?

Y, sin ir tan lejos:
¿cuánta agua consumo?
¿cuánta agua desperdicio?
¿de dónde vienen los alimentos
que llegan a mi mesa?
¿cuál es mi huella,
aquella que dejo en mi paso por la tierra,
y que se produce,
de acuerdo con mis necesidades
y a mis convicciones sobre
una forma determinada de vivir,
léase: ¿de consumir?

Quedarse a discutir,
si la joven activista es,
de derecha o de izquierda,
o que su discurso lo hizo su mamá,
es negarse a actuar.

En nuestro propio interior,
en nuestra propia conciencia,
seguramente hay una parte de la respuesta.

Otra parte,
nos la dará la propia naturaleza,
con fenómenos o hechos
que nos harán entender
la gravedad o sencillez
del estado de la tierra.

Unido a ello,
una variable
más compleja que la naturaleza:
la responsabilidad de la autoridad
de generar la política pública adecuada
que acompañe la acción
individual o colectiva
y que no sea un pretexto más
para gobernar en el caos
y llenarnos de leyes
y no de soluciones
o herramientas para solucionar
los problemas del ambiente
y de la sociedad.

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