La cortesía que debe presidir nuestras actuaciones cotidianas se fundamenta principalmente en el respeto y comprensión hacia todos
Confucio
Mirando la vida,
que pasa desesperada,
envuelta en tantas tramas,
de intolerancias, desapegos,
irrespetos y desgracias,
trato de encontrar
el inicio del ovillo
que nos permita desanudar
el entuerto en el que nos hemos metido
y que nos han metido aquellos
que dicen servirnos
desde el poder en el poder.
Tarea difícil,
casi imposible,
pero no por ello necesaria
y fundamental
si queremos pensar
en dejar algún futuro
a los que amamos
y a los que aman otros.
Y mientras miro,
a esa vida compleja
y descolorida,
pienso que le vendría bien
sostener una buena parte de su cambio
en aquello que llamamos respeto.
La sociedad del respeto
sería para mí
el lugar donde la política
sea servicio y no maleficio.
La sociedad del respeto
priorizaría las necesidades
de los más necesitados
y a la par que los ayudaría
les brindaría la preparación
y condiciones necesarias
para que se transformen
en manos que ayudan, construyen
y fortalecen a otros prójimos,
que como ellos,
los necesitan más que a nada.
La sociedad del respeto,
tendría claridad sobre los valores
que deben adornar a la humanidad,
rechazando por completo
a los caudillos y a los dioses de barro
que construyen un discurso de odio,
miedo y manipulación,
disfrazados con pieles de supuesta honestidad.
La sociedad del respeto
invertiría en salud, en educación,
en promoción de la persona humana.
La sociedad del respeto,
iría transformándose en ejemplo
de lo correcto y lo debido.
No sería una sociedad homogénea,
peor aún con una misma forma de pensar
-y actuar-
Pero sería tolerante, integradora,
comprensiva, firme y dialogante.
Habrá que empezar a releer el concepto,
interiorizarlo, darle vida
y ser ejemplo, más allá que hayan voces
que te digan que estás loco
y que jamás lograrás nada.