jueves, 7 de marzo de 2013

Política sin futuro


Estamos en un vehículo  yendo hacia el futuro
utilizando sólo nuestro espejo retrovisor.
Herbert Marshall Mcluhan

¿Quién te gobierna?,
¿Quién te gobernará?,
¿A quién entregarás tu destino,
el destino de tus hijos,
el destino del destino,
de los fondos públicos,
de la esperanza del futuro,
de la garantía de un presente,
para todos, e incluyente.

La política es sinónimo de servicio,
de compromiso, de entrega desinteresada,
de trabajo sin búsqueda de reconocimiento,
de mirar más allá,
del bienestar de la sociedad.
La política era eso…
o pretendía ser eso.

Ahora no lo sé,
porque  la política pierde terreno,
ante el interés mezquino,
producto de la infección
que provoca la corrupción,
de buscar el beneficio del bolsillo
del que financia la política,
del que vive de la política,
del qué hace que la política,
no ayude a construir el futuro de todos,
sino el de unos pocos,
que se enriquecen sin parar.

El poder y la política,
son una alianza compleja,
porque el poder sin control,
sin límites,
transforma la política,
la desvía del camino,
y se transforma en terreno,
donde se siembran las semillas
del caudillismo destructivo.

La política sin futuro,
da paso a líderes únicos,
que no permiten crecer nada a su alrededor,
que se transforman en dioses de barro,
que buscan a cualquier costo,
seguir y sobrevivir en el poder arbitrario.
La política sin futuro,
transforma el bien público,
en bien privado,
en manos del poder
que en principio era transitorio
y que con el tiempo busca,
con la complicidad de la ley,
apoderarse de todo,
lo que pertenece a todos:
los bienes y los derechos,
los trabajos y los sueños.

La política sin futuro,
te lleva a pensar,
sin que te des cuenta,
en que sólo los políticos de turno,
o los políticos que ahora son caudillos,
son los únicos preparados
para administrar y gobernar
el futuro de todos.
La política sin futuro,
se encarga de limitar
el acceso al derecho
de buscar participar
en el servicio público,
en procesos transparentes
de elecciones.

La política sin futuro,
castiga las voces que la critican,
que le preguntan para saber,
que le indican lo que está mal,
que le piden alterabilidad,
que le recuerdan su compromiso con la honestidad,
que le exigen cumplir con el mandato
con la letra de la propuesta
que llevó al poder al político de turno.

La política sin futuro,
se opone a la reflexión,
al debate, a la opinión.
Le interesa poco
un electorado pensante,
un electorado inquieto,
un electorado que conoce sus derechos,
y también sus deberes,
y que toma parte de la vida diaria
del barrio, de la ciudad, de la región,
del país en general.

La política sin futuro
construye historias
e imágenes ficticias,
de dioses de barro...
hombres y mujeres,
que recibieron el mandado de servir,
y que se sirvieron de ello
para auto proclamarse
en dueños del poder,
y hacer creer
que ahí deben permanecer
sin cuestionamientos ni nada,
sin rendición de cuentas,
sin transparencia, sin palabras.

La política sin futuro,
te hace bajar los brazos,
porque llegas a creer
que no se puede hacer nada,
que es mejor callar,
que es mejor dejar pasar,
que es mejor dejar eso para otros,
que tu tiempo acabó,
que tu oportunidad se perdió.
¿Eres quizá, alguno de ellos?

viernes, 1 de marzo de 2013

Educación violenta


Toda reforma impuesta por la violencia no corregirá el mal:
el buen juicio no necesita de la violencia.
León Tolstoi

Un niño de escuela,
“se porta mal en clase”:
conversa, se distrae,
juega, pelea, ríe, llora,
y por eso,
el profesor lo castiga,
lo expulsa de la clase,
le dice frente a sus compañeros
que no es responsable
que debería estar ahí,
como una estatua,
aprendiendo “eso”,
que será para su beneficio.

Un niño llega a la escuela
y a la vez que aprende
también se enfrenta
a la violencia cruenta,
al acoso del profesor,
del compañero abusivo,
del grupo de amigos,
que se burlan,
que lo pegan,
que lo abusan,
que lo intimidan.

La violencia en la escuela
está ahí,
oculta tras unos ojos
que se cierran para no ver,
tras unos labios que se aprietan
para no hablar,
tras unas manos,
que caídas están,
y nada pueden hacer
por defender la verdad
por acusar al acosador,
por construir la paz.

La educación violenta,
es producto
del ejemplo de los violentos.
Violento el padre que cree
que con gritos, golpes y amenazas
educa al hijo para la vida.
Violento el maestro
que utiliza su investidura
para burlarse del alumno,
para educarlo con ironías,
para golpearlo o maltratarlo.
Violento el niño, el joven,
que descubre en el acoso,
el golpe y el rumor,
el arma perfecta para dominar
e intimidar
a su compañero temeroso.
Violento el sistema
que prefiere evaluar contenidos
y no comportamientos,
corazones y mentes
de los que serán
los ciudadanos del mañana.

Violenta la educación
que en lugar de educar
busca a la persona dominar,
intimidar y limitar
su comportamiento y manera de pensar.

Violenta la ley,
que castiga y juzga
en contra de la justicia.

Violento el ciudadano,
que ante la violencia calla
porque es más cómodo,
porque es mejor estar callado,
porque le tiene miedo al poder,
porque si habla,
le dirán que es un desgraciado.

Violento el sistema,
que juzga a jóvenes violentos,
a sus propios hijos,
sin enseñarles que la tolerancia,
la fraternidad, la humanidad,
el respeto, la convivencia pacífica,
la convivencia de las diferencias,
son valores de hoy y no del ayer.

¡Hay de la justicia,
que dedica su tiempo y su esfuerzo
a juzgar al niño y al joven violento,
y deja pasar al desgraciado
que roba la ilusión de un pueblo,
que espera adormilado
el milagro del sueldo sin trabajo
y el progreso sin esfuerzo!