Le pregunté a mi padre:
“Si nosotros los buenos,
matáramos a todos los malos,
¿quiénes quedaríamos?
“Los asesinos”,
me contestó.
Un execrable
crimen,
ciega la vida
de una pequeña
niña,
que pensó
regresar a casa,
no solamente
ese día,
sino todos los
días
que ella creía
que tenía.
La mano
asesina,
terminó con su
vida,
causando un
dolor
que no acabará
nunca,
solamente será
(espero),
-con el
tiempo-
más llevadero,
quizá,
menos intenso,
ojalá-
Siendo parte
de un recuerdo,
que se rodea
de buen sentimiento,
y vence el
odio y el resentimiento.
Como aquella
niña,
otros niños
también han muerto,
por culpa de
manos asesinas,
de manos
inhumanas.
Como aquella
niña,
otros niños
también han sido abusados,
han sido
maltratados,
han sido
desaparecidos,
sin que las
voces ciudadanas,
tengan eco en
el Estado,
o en las
instituciones de los gobiernos.,
sin que los
gritos, las protestas,
los ruegos y
las ofertas,
hayan logrado
traer sus cuerpos,
para ser
llorados y enterrados.
Como aquella
niña,
otros niños
han sido,
y siguen
siendo irrespetados.
Me viene a la
mente el caso
de los
hermanos Restrepo,
por quienes su
familia,
aún no puede
cerrar la oscura página
de su
despreciable asesinato y desaparición.
Y qué decir,
de los cientos
de niños abusados,
por profesores
y maestros,
cuyos padres
aún esperan
que los
políticos de turno,
dejen de
echarse la culpa,
y dejen actuar
a la justicia,
para sancionar
a los delincuentes.
Y aunque,
muchos o
pocos,
piensen
diferente
sobre lo que
voy a decir:
no podemos creer,
que la
solución pasa
por la pena de
muerte,
por el cambio
a la ley,
por el ojo por
ojo,
por matar al
asesino,
por declarar
un estado de ira,
un estado de
venganza y muerte.
Hay una triste
y oscura realidad,
que se traduce
en el hecho cruel
de que seres
humanos
han sido
declarados como desaparecidos,
han sido
asesinados
por mafias que
trafican con personas,
sin que la
autoridad no pueda hacer nada
por cambiar
esa realidad.
Y frente a
ello,
en palabras
del representante
de un
colectivo que agrupa
a miles de
familias que viven
con ese dolor
por dentro,
frente a ello,
decía,
hay un Estado
y unas instituciones
que no están
preparadas para hacer frente,
a las mafias
del tráfico de personas,
que ponen
precio a la vida,
que compran
conciencias,
que compran
voluntades,
que se
financian,
con el dinero
desgraciado
a unos
delincuentes que saben,
que vender y
traficar personas,
es tan
lucrativo,
como vender
armas y drogas.
Muertos y
desaparecidos,
una dolorosa
realidad,
y es más
dolorosa,
cuando nos
enfrentamos
a un monstro
cuyos tentáculos,
están
incrustados en espacios del Estado,
y cuando los
ciudadanos,
no llegan a
conocer la realidad completa,
del destino de
sus desaparecidos,
porque no hay
una estadística actual,
solo
especulaciones sin par.
Que la muerte
de Emilia,
no vaya al
olvido,
que ella sea
inspiración,
para que haya
siempre una voz,
que mantenga
altiva la conciencia,
ante la
violencia,
ante la
injusticia,
ante la
incompetencia.
Que la muerte
de Emilia,
sea punto de
inflexión,
para que haya
un después,
cargado de
conciencia y razón,
que acoge y
protege a las víctimas,
que sanciona a
los victimarios
y que educa a
los ciudadanos.
1 comentario:
El mayor número de víctimas del machismo no lo constituyen las mujeres sino los varones. La justa preocupación por la integridad de las mujeres ahora es necesario que se extienda a los varones.
Para esto es útil diferenciar la EXPERIENCIA del machismo, de la IDEOLOGÍA que le acompaña. La experiencia en cualquier campo es un proceso vivencial, en tanto que la ideología es su justificación. Si en un proceso vivencial existen relaciones de opresión o manipulación es común que tales relaciones se oculten, por autoprotección o conveniencia, a través de explicaciones falsas.
La experiencia del machismo está tejida de embustes y atropellos, los cuales primero destruyen la vida afectiva, física y mental de los varones, luego sus consecuencias arrasan con la vida de las mujeres... y la existencia de otros varones. La ideología del machismo oculta estos procesos, silenciando el padecimiento del varón y mutando su dolor en violencia.
Otra secuela en los varones de aquella cruel experiencia es un profundo sentimiento de impotencia, que ellos lo compensan -inútilmente- con alardes de fuerza. La conducta machista NO es una expresión de poder, sino de fuerza. El machista no es una persona poderosa es más bien una persona impotente, castrada en sus afectos y facultades racionales, que esconde su situación a los demás y a sí mismo con ostentaciones de señorío y brutalidad.
Nos hemos enterado del probable suicidio de uno de los sospechosos del terrible caso de la niña Emilia Benavides, y del posible vínculo de aquellas personas con una red de pornografía. Todo esto es abominable. Esta espiral de muerte creo que puede encararse mejor si, a más de visibilizar y denunciar la violencia contra las mujeres, también revelamos y denunciamos la violencia encubierta hacia los varones.
Un abrazo Roberto.
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