En tres tiempos se divide la vida:
en el presente, pasado y futuro. De éstos,
el presente es brevísimo; el futuro, dudoso; el pasado, cierto
Séneca
Mientras escribo estas letras,
mientras el pensamiento fluye,
mientras las ideas viajan
por las venas del espíritu,
este presente que nació en la mañana,
ha dejado de ser tal,
y se convierte en parte de un pasado,
de aquel pasado, que se alimenta
de presente que ha terminado.
Mientras escribo estas letras
y mientras el tiempo pasa,
imagino el futuro,
ese que sucederá en minutos,
en horas, en días, en años:
“Cuando tenga esa edad…
me dedicaré a eso que me gusta.
Cuando tenga esa edad,
recuperaré el tiempo perdido,
lo que se quiso y no se pudo”
Alimentando el futuro
de anhelos, de momentos,
que no sabemos si pasarán,
que no sabemos si sucederán.
Los tiempos de la vida,
a más de conjugaciones verbales,
son una mezcla de encuentros,
de momentos y complicidades.
Los tiempos de la vida,
son para unos: solamente pasado,
para otros un presente ausente
y para unos más, un futuro muerto.
Los tiempos de la vida,
podrían ser también
pasado que vivido,
deja huella y enseñanzas,
presente que duele vivirse
más allá de las alegrías que regala
y futuro que invita
a mantenerse vivo
para poder verlo,
así sea un momento.
Y, en medio de ellos: tú,
¿cómo lo viviste?,
¿cómo lo vives?…
¿cómo lo vivirás?
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