viernes, 1 de septiembre de 2017

¿Dónde están los estadistas?

El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones.
Winston Churchill

El transcurrir de los días,
en la política de este país,
con el tiempo resulta ser,
el enfrentamiento permanente del poder:
de los que lo tuvieron,
de los que lo tienen,
de los que lo quieren tener.

Políticos en ejercicio
y aprendices de políticos,
que buscan el poder,
para todo, menos para el bien.
Unos quieren el poder,
para perennizar a un dios de barro,
otros, para perseguir y condenar,
algunos más para afianzar su figura
y su carrera eterna en la política,
muchos, para cubrir la podredumbre
de un Estado carcomido
por la corrupción más terrible
que podamos imaginar.

Perdemos de a poco,
la idea de un Estado a largo plazo,
de un Estado que planifica
independientemente de la bandera política
que en un periodo determinado
ejerce la temporalidad del poder.

Perdemos de a poco,
la concepción de que el Estado,
debe estar gobernado
por el mandato de los ciudadanos
y no como sucede ahora,
y desde hace muchos años.

Perdemos de a poco,
la sensibilidad de asombrarnos e indignarnos
ante el saqueo, el robo y la mentira
de funcionarios públicos,
que fueron elegidos para servir
y no para robar y mentir.

Hemos olvidado preguntarnos,
y quizá, lo que es peor,
hemos olvidado formar
estadistas y personas de bien en la política.
Nos hemos olvidado preguntarnos decía,
¿dónde están los estadistas?,
o por decirlo de otra manera,
aquellas personas
que están en el servicio público
y hacen del él, un apostolado.

Que se preocupan porque las cosas funcionen,
porque los servicios públicos
sean dignos y cada vez mejores.
Que cuidan el dinero público,
con más celo que el propio.
Que planifican y proyectan su trabajo,
para que cuando ya no estén,
los que llegan sigan y mejoren su legado.

¿Dónde están los estadistas?,
aquellos que renuncian
al interés propio,
y se entregan al interés de sus dirigidos.
Aquellos que no buscan su beneficio,
sino el bienestar de su prójimo.
Suenan quizá,
como figuras de un imaginario,
o como cosas del pasado,
pero eso es lo que necesitamos,
o al menos eso creo:
personas, estadistas,
que en el ejercicio de la política,
y en el ejercicio del poder,
cumplan con su deber,
sin esperar reconocimiento alguno,
luchando siempre con la tentación,
de convertirse en dios,
en un dios de barro.

Es un tiempo complicado,
porque los entuertos,
las leguleyadas y el complejo escenario
que al momento enfrenta el Estado,
provoca la impresión
de que no podremos encontrar solución.

Es verdad,
que hay que perseguir, enjuiciar,
encarcelar y recuperar el dinero,
que los ladrones se han robado.
Pero también es cierto,
que debemos rescatar,
la capacidad del político para gobernar,
para gobernar como estadista,
y eso significa,
pensar en todos,
y por toda la vida.
Eso significa renunciar
al poder eterno,
a fortalecer la independencia
de los poderes públicos,
a rescatar la dignidad
del ejercicio de la política,
a educar al electorado y a los ciudadanos,
para que con el paso de los años,
esa educación los transforme
en verdaderos seres humanos
que eligen en plena libertad mental
a estadistas para gobernar,
y no a politiqueros para mentir y robar.


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