viernes, 8 de septiembre de 2017

Diplomacia en desgracia

El verdadero arte de la diplomacia,
consiste en no perder el cargo
Sofocleto

Cuando llegamos a pensar,
e incluso, cuando llegamos a aceptar,
que la función pública,
es una suerte de club de amigos,
una cadena de favores,
y servicios particulares,
es cuando esa función pública,
es cuando ese servicio público,
deja de ser tal:
de ser función y de ser servicio.

La diplomacia de un estado,
cualquiera que sea este,
es la punta de lanza
para conectar al país con el mundo,
y al mundo con el país.
La diplomacia de un estado,
debe estar al servicio de los ciudadanos,
en cuanto a promocionar
los propios productos y servicios,
a atender las necesidades de los conciudadanos
que viven en otros lados,
a buscar fondos de cooperación,
a tender puentes,
a abrir fronteras,
a construir alianzas,
a promocionar al país
con todos sus valores y riquezas.

Ello requiere
de un proyecto de Estado,
que más allá de los gobiernos,
construya una marca país,
y sepa mantenerla y consolidarla.
Ello requiere
de funcionarios de carrera,
expertos en el tema,
técnicos y profesionales,
comprometidos con la patria
y con todos sus integrantes.

La diplomacia de un estado,
es la imagen que damos,
es la imagen que proyectamos.
Si esa diplomacia funciona,
si esos funcionarios cumplen su trabajo,
contaremos con mas oportunidades y espacios
para proyectar nuestro trabajo
y para decirle al mundo que aquí estamos.

Por el contrario,
si la diplomacia de un estado,
es la oportunidad de oro,
de los políticos de turno,
para nombrar y designar,
a cualquier ciudadano,
por el simple hecho de ser del partido,
amigo, familiar o conocido,
del poder en el poder,
seguramente esa diplomacia,
dejará de ser tal,
dejará de servir para lo que fue creada,
dejará de ser puente,
pasará a ser ser puerta cerrada.

No es posible aceptar,
que el servicio exterior del Estado,
se encuentre en dudosas manos,
que ágiles actúan
para nombrar a sus partidarios,
que felices parten a sus nuevos cargos,
pagados con dinero público,
sin saber lo que deben hacer,
sin ser lo que deben ser.

Tuvimos ya una década oscura,
de una diplomacia inmadura,
de una diplomacia servil,
de una diplomacia sin norte, ni fin.
No creo en un discurso de cambio,
ni de nuevos aires para el Estado,
si la diplomacia sigue siendo una desgracia,
repitiendo frases prefabricadas,
apoyando dictaduras
y gobiernos inhumanos,
nombrando y designando
a representantes del servicio exterior,
sin ningún mérito
que no sea ser el amigo del poder.


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