Toma un tiempo antes de actuar.
Actúa, luego de meditada la actuación
(pero actúa)
Con el tiempo,
la ignorancia se instaló en la gente.
La costumbre consigue,
con el tiempo,
asesinar la creatividad,
la frescura de lo natural,
y la fuerza de la pasión.
La costumbre acostumbra,
y cuando te acostumbras a ello,
las cosas cambian;
si no estás preparado,
te ahogas en tu propio vaso;
si no estás preparado,
pero, si asumes el reto del cambio,
descubres que el vaso,
no era tal,
era y es, un inmenso mar.
El viaje es infinito,
un ir y venir de trayectos.
Un sinfín de momentos,
un mirar al pasado,
desde los ojos de un presente
que muere todos los días,
al final de cada tarde,
antes del nuevo día.
Entender que,
el trabajo en equipo,
es para servir,
y ser más fuertes,
te hará ver
que tu inversión,
jamás será un gasto,
peor aún,
un desperdicio.
Siempre hay que tener cuidado
con los libros y con lo que contienen,
porque las palabras tienen el poder de cambiarnos
Cassandra Clare
Las palabras,
cuando son bondadosas,
Freud las comparaba
como un medicamento
que tranquiliza y calma.
es decir que actúan
sobre el cuerpo y el alma.
Tal es su poder,
que pueden sanar,
y también lastimar,
dañar, sumar,
restar, multiplicar o dividir.
Las palabras
describen realidades,
y también las construyen.
Son capaces de cambiar
el rumbo de la vida,
de una persona
o de una sociedad.
Las palabras,
moldean mentes.
Son la antesala de acciones
y también de omisiones.
Las palabras transportan,
a universos paralelos,
al pasado, al presente
y a futuros (buenos, malos
o también inciertos).
Las palabras dichas,
son bálsamo que cura y calma,
o cuchillo que corta y mata.
Las palabras dichas,
convencen sobre realidades
o sobre hechos irreales.
Las palabras dichas,
son medias verdades
y también medias mentiras.
Las palabras también,
son elemento del diálogo
y de la conversación,
de eso tan necesario,
que es el compartir,
que es el escucharse,
que es el entender
que es el comprender,
que es el saber callar,
y aprender a escuchar.
Son tanto y para tanto,
que deberíamos respetarlas,
conocerlas, aprender a usarlas
e identificar la intensión
con la que son usadas,
dichas, escritas, reproducidas
y compartidas.
A cada día su afán,
y a los días,
sumarles pasos y pausas,
y a las noches sueño y sueños,
y a la vida,
no dejarla que se vaya
como agua entre los dedos,
si no que esa agua,
nos pase por el cuerpo,
y también que bebamos de ella.
La sencillez,
habla de la inteligencia
de quien la usa,
la aplica, la vive
y la predica.
Pues, nada hay más complejo,
que la sencillez en sí misma.
Aprender a reírse de lo que cabe
y, a tomar en serio, lo que corresponde,
nos enseñará a tomarnos en serio,
que la alegría es tan seria y necesaria,
como las cosas complejas.
La violencias están,
y crecen ocultas en una cultura,
alimentada por el miedo,
la incertidumbre,
la ignorancia
y el individualismo.
No perder,
la conciencia de la realidad
y de cada forma de violencia,
es vital para mantener encendida
la llama de la paz.
Al final,
si el corazón
no se convence en sanar,
cualquier hecho,
cualquier acción,
carecerá de vocación,
y seguramente morirá.
¿Por qué un humano se siente irresistiblemente atraído por la música, y otro por la pintura, y otro por los encantos del bosque o del campo? ¿Por qué lloramos cuando vemos algo bello? ¿Por qué la belleza nos debilita? ¿Por qué nos rompe el corazón?
Anne Rice
¿Qué fuerza o fuerzas,
condujeron aquella mano
que tomo un pincel,
para dar vida,
a un trozo de papel?
¿La misma fuerza o fuerzas,
que inspiraron las letras,
de un poema,
de un cuento, de una historia
que nos condujo y nos conduce
a un espacio donde solamente
se puede vivir, a partir de la lectura?
¿Son las mismas fuerzas,
que dieron vida
a unas notas escritas con maestría,
en aquellas líneas
que llamamos partitura?
Seguramente esas fuerzas,
guían las manos
de quien transforma el barro
en arte, en belleza,
en sentido, en pasión.
Y, no me cabe duda,
que esa misma fuerza,
guia al actor,
en el escenario,
mientras conduce
al público,
a un mundo de emociones
y de contradicciones.
Necesitamos arte,
frente a la violencia,
a la ignominia, a la corrupción,
frente a lo que nos haga mal,
necesitamos arte,
de la forma que sea,
pero que sea arte,
que nos permita el despertar
nuestra conexión emocional
nuestro vivir espiritual,
donde corazones y emociones
convivan en lo intangible.
Necesitamos
esa fuerza,
que provoca el arte;
esa mejora al comprender
el entorno y el proceder.
Un arte,
que nos invite a ser transcendencia,
a ser mejores seres humanos.
Necesitamos el arte,
para transformar la realidad,
para canalizar nuevas formas de actuar,
y transformar luchas internas,
aprendiendo de lo vivido,
viajando al interior, de cada corazón.
Necesitamos arte,
para no perder
esta condición de humanos,
para tener esperanza,
para educar de otra forma,
para podernos expresar,
para sentir… para vivir.
Siempre encontraremos en el camino,
momentos donde la ruta,
se transforma en otras rutas.
¿a dónde ir?
¿qué decisión tomar?
¿y por qué tomar esa decisión?
El camino, el tiempo
y la capacidad de aprender de él,
no te darán las respuestas,
pero si la templanza necesaria
para decidir, acertar,
errar y enmedar.
No es común,
encontrar en el camino,
a alguien que comparta
una sana autocrítica,
y que invite a sumar esfuerzos,
para mejorar
un entorno que,
no es de nadie en particular
y a la vez,
es de todos en general.
La creciente ignorancia,
requería de un esfuerzo mayor,
para que la luz del entendimiento
no sea opacada
por las tinieblas del sinsentido.
El cambio,
requiere implicación.
Si no te implicas,
serás solamente,
una voz sin fuerza,
casi como una mueca.
Si cada día coges un puñado de arena, formarás una montaña
Buda
Seguramente,
como en todo,
habrá o habrán excepciones,
pero es difícil
encontrar juntas,
sin esfuerzo alguno,
las condiciones necesarias,
para lograr un cambio,
una transformación,
una mejora,
incluso un deterioro
o una desmejora.
Ya sea si recibes un encargo,
si tienes una responsabilidad,
si asumes un reto,
si te planteas un objetivo,
si tomas conciencia de algo,
si quieres cambiar tu mundo,
si quieres cambiar el mundo,
si buscas que lo que es ahora,
sea de otra manera,
-ojalá para mejor-
no puedes, ni debes esperar,
que las cosas cambien,
o se produzcan por que sí,
porque así lo dispones,
porque así las deseas (solamente).
Necesitamos
que esos deseos,
que esos anhelos,
se acompañen de acciones,
de actitudes y de hechos,
que deben producirse
permanentemente
en diversas proporciones:
mínimas, pequeñas, medianas,
grandes o muy grandes,
lo importante
es perseverar, persistir,
seguir a pesar de caer,
de desmayar, de sentir
que no se puede más.
Entonces te das cuenta,
que eres capaz
de construir una disciplina personal,
que se traduce en la capacidad
de lograr un enfoque y un esfuerzo,
que resistan los malos tiempos.
Porque,
en ese camino,
hay malos tiempos, fracasos,
errores, temores, horrores
y lo que es peor,
el creerte incapaz de seguir,
de hacer o de construir.
Por eso, te necesitas resiliente.
Resiliente y paciente,
porque todo esto se cuece
a fuego lento,
con el paso del tiempo,
con el paso de los días,
con cicatrices y señas
que la vida deja
en la piel y en el alma.
Y sin quererlo,
aprendes la clave
de la determinación,
y no solo la aprendes,
si no que en ese aprendizaje
has enseñado a otros,
que eso es posible,
en la forma y medida,
de cada quien, de cada uno,
de cada corazón, de cada razón.
Porque nada es inmediato…
bueno si,
la mala fe, la envidia y la criticonería.
Que no te distraigan,
en tu cada día, de todos los días.
Conforme caminaba,
apreciaba y valoraba
el verdadero tiempo,
que lo resumía
en el compartir
con la gente que valía la pena,
con la gente que la ayudaba a crecer,
con la gente donde podía sentirse gente,
con la gente que brindaba su tiempo
por amor y no por interés.
Soltar las palabras
implica aprender a convivir con ellas,
y con los destinos a los que ellas llegaron.
Debe entenderse que todos somos educadores. Cada acto de nuestra vida cotidiana tiene implicancias, a veces significativas. Procuremos entonces enseñar con el ejemplo
René Gerónimo Favaloro
Nos guste aceptarlo,
o no,
vivimos en una suerte
de red de influencias mutuas:
todos somos ejemplo para todos.
Así reneguemos,
lo que hagamos,
o dejemos de hacer,
primero: dice lo que somos,
y segundo: es un ejemplo,
a seguir o a no seguir.
Así seamos,
de una determinada manera
en un espacio privado,
y de otra,
en un espacio público,
somos ejemplo,
hablamos a través
de nuestros hechos,
más que de nuestras palabras,
en pequeños espacios,
o en espacios más grandes,
a lo cual se agrega la máxima
que nos recuerda,
que la forma en la que tratamos
a nuestros semejantes
y a los más débiles -sobre todo-,
de esa forma es nuestro corazón,
nuestra ética y nuestra dignidad,
más allá de lo que digamos
nosotros qué somos.
Y ello no debe,
ni debería conllevar,
a pretender ser
alguien sin defectos
o errores,
porque en ese mejorar,
en ese darnos cuenta
de lo que somos
y de lo que queremos llegar a ser,
al trabajar esa mejora,
sin quererlo,
sin decirlo,
pero sí haciéndolo,
somos testimonio de ejemplaridad.
Hablamos entonces,
de un ejercicio constante,
mínimo, milimétrico, poco,
mediano o abundante,
al final la medida
deja de ser importante,
si es el resultado
de una actitud constante
de decir y hacer,
sin otro deseo
que el de mejorar
lo que somos
y que con ello
nuestro entorno
mejore también.
Los actos de filantropía,
con fotos o no,
no están mal,
pero no son suficientes,
si solamente están presentes
en ciertos momentos.
Igual que algunos cambios,
que solemos hacer,
-temporalmente-
porque las circunstancias obligan
por temas de salud
seguridad o remordimiento.
¿Cuáles son los
los ejemplos que seguimos,
que replicamos y a la vez
enseñamos a los demás?
¿Qué ejemplo dan hoy
los liderazgos en la política,
en las organizaciones,
en las comunidades?
¿Que ejemplo somos
de persona, de familia,
de amigo, de colaborador,
de vecino, de ciudadano,
de ser humano?
Las respuestas,
quizá nos podrían dar la pauta
de dónde estamos,
y a dónde quisiéramos llegar.
Es una época de muchos cambios,
y tú eres parte de ello.
Cambia, vive, cambia,
crece, cambia, conócete.
El clima no importa,
si las palabras arrullan,
arropan, abrigan, refrescan,
cubren, despiertan, motivan,
calman o provocan.
La virtud está en ser tranquilo y fuerte;
con el fuego interior todo se abrasa
Rubén Darío
Dejas en tu mesa de trabajo,
las herramientas que te sirvieron
para construir un mundo mejor.
Dejas en tu mesa,
buenas acciones,
lecciones de sabiduría,
influencia positiva,
y el hacer, más que el decir.
Dejas en el corazón,
una sonrisa eterna,
una lección de vida,
y un testimonio humano,
cargado de esperanza
decorado con fraternal amor.
Dejas la virtud cultivada.
dejas la virtud en flor.
Cierro los ojos,
y los veo sonreír.
Allá donde están,
quizá el dolor humano,
ha perdido sentido,
ha perdido realidad.
Cierro los ojos,
y los encuentro (siempre),
en mi corazón.
Y llegaba el recuerdo,
de todos los que se fueron,
y que a la vez viven,
por momentos, por tiempos.
La muerte espera al más valiente, al más rico, al más bello. Pero los iguala al más cobarde, al más pobre, al más feo, no en el simple hecho de morir, ni siquiera en la conciencia de la muerte, sino en la ignorancia de la muerte. Sabemos que un día vendrá, pero nunca sabemos lo que es
Carlos Fuentes
Ignoramos lo que es,
aunque sabemos que llega,
que llegará,
cerca o lejos…
curiosamente
como parte de la vida.
Y les llega
y nos llegará a todos,
sin excepción, sin discusión,
a todos.
Y se vivirá,
desde la opulencia
o la pobreza,
desde la tristeza
o desde la alegría,
desde la fe y la esperanza,
o de la negación,
o de un final total.
Y cada vez,
que pasa cerca,
nos lleva a pensar,
aunque al final
no sabemos lo que es,
porque “habrá que vivirla,
para contarla”,
esa muerte que es presencia
y parte de la vida.
¿Habrá como llevarse algo?
Amor del bueno,
sonrisas, gracias sinceras,
hermosos recuerdos,
hermosos momentos.
¿Habrá cómo dejar algo?
Quizá esa sea
una pregunta que la muerte
nos invita a reflexionar
sobre nuestra propia vida:
más allá de lo material,
mucho, poco, nada,
¿qué dejas?, ¿qué dejamos?
¿qué quisiéramos dejar?
¿cómo quisiéramos
que nuestro recuerdo se escriba?
¿con qué palabras,
con qué gestos, con qué momentos?
Porque al final,
no sabemos lo que es,
aunque sabemos que llegará,
y no por ello podemos dejar,
de ser lo que somos,
lo que queremos ser
y lo que queremos que quede,
cuando ya no seamos.
Las decisiones tiene efectos,
sobre las cosas y sobre las personas.
Algunos las toman a bien,
otros, como una afrenta,
otros celebran, otros critican.
Tus decisiones tienen efectos,
que sean los que tú buscas.
La miseria humana,
tiene múltiples disfraces.
Uno de ellos,
y quizá de los más comunes:
el servilismo.
Ya no hay quien sepa el arte de la conversación, es decir, de la discusión. Conversar es entrar en el surco que ha trazado el otro, y proseguir en el trazo y perfección de aquel surco; diálogo es colaboración
Massimo Bontempelli
Concluímos
que es imposible dialogar,
sin haberlo intentado de verdad.
De la misma forma,
que el récord mundial de velocidad,
comentó alguna vez
que hicieron falta
cuatro años de entrenamiento,
consciente y contínuo,
para correr cien metros
en nueve segundos,
de esa misma forma
debemos prepararnos
para dialogar
si buscamos que el dialogo,
no sea un tiempo imposible…
incómodo quizá, complejo,
molesto, difícil, desafiante,
pero no imposible.
Si el diálogo,
busca la foto, el premio,
el reconocimiento externo,
en una suerte de quitarse
el problema de encima,
probablemente eso,
que llaman diálogo algunos,
dejará de serlo en un tiempo
corto o un tanto largo,
pues las condiciones que generaron
aquella conflictividad
no se han transformado.
Los diálogos imposibles,
pueden suceder y deben suceder,
y para ello se debe sembrar
y cultivar el arte de dialogar.
Espacios permanentes,
que permitan a las diversas partes:
la oportunidad de compartir,
lo que les preocupa,
su lectura de la realidad,
y el diseño de su estado de bienestar.
La conflictividad social,
no necesita más incendiarios,
o más mercenarios que viven
de la conflictividad
en sociedades profundamente divididas.
Gobernados y gobernantes,
dirigentes y dirigidos,
líderes y personas comunes y corrientes,
necesitan aprender a dialogar.
Esos diálogos imposibles,
si se convierten en cultura,
harán evidente
a quienes no quieren la paz,
a quienes viven de y para la violencia.
Esos diálogos imposibles,
si se convierten en cultura,
nos permitirán vernos como personas,
como seres humanos,
con nuestros miedos y preocupaciones,
con nuestros resentimientos y molestias,
con nuestras virtudes y fortalezas,
pero sobre todo nos hará ver
qué es posible un diálogo imposible,
porque la paz es el bien mayor,
porque es necesaria una convivencia de calidad,
y una calidad de vida digna,
para quienes hay sufrido y sufren,
y para todos aquellos,
que son parte de la comunidad.
Necesitamos sentarnos a dialogar,
mientras aprendemos a hacerlo,
y lo haremos en memoria de los que ya no están
y sobre todo, por los que estamos
y por los que estarán.
Que nos una,
el placer de sabernos juntos
y no la urgencia de resolver
situaciones y complicaciones,
solamente.
Aprendió a leer,
en el lienzo de su piel,
en la profundidad de sus ojos,
en la amargura de sus lágrimas,
en la humedad de sus besos.
En la inmensidad del cielo,
se encuentran aquellos
que miran el horizonte
desde de diversos puntos
y desde un mismo corazón.
Convivían juntos,
los nevados con el dios sol.
Mientras la brisa el mar
y la inmensidad de la selva,
dibujaban los días,
con colores y melodías.
Otra vez frente al camino,
las penas y las alegrías,
regresan juntas al corazón,
es momento de caminar.
Pasó,
Ser uno mismo en un mundo que constantemente trata de que no lo seas,
es el mayor de los logros
Ralph Waldo Emerson
¿Ha llegado a ti,
la pregunta, o reflexión personal,
sobre tu búsqueda,
sobre lo que buscas,
sobre lo que eres,
sobre lo que quieres ser?
Y, si llegó ese día,
¿qué respuestas
te has podido dar?
¿satisfecho con ellas?.
Si satisfecho estás,
con las respuestas sobre lo que eres
y sobre lo que quieres ser,
el camino se presenta
sin mayores cambios, quizá.
Pero, si no hay respuestas,
o, si las respuestas no convencen,
o, si las respuestas no son suficientes,
podría ayudarte otra pregunta:
si no está muy claro,
de a dónde ir,
o de lo que queremos ser,
vale preguntarse
¿lo que no queremos ser?
Y pensando
en algunas respuestas,
me atrevería a decir,
que no quisiera ser
aquel que es,
para que validen eso,
que supuestamente es,
para agradar a los demás.
O, ser alguien,
que abusa de su condición
y de su poder
para denigrar y atentar,
contra el honor de otros,
siempre a su espalda.
Lo que no quiero ser,
es alguien que siembre odio,
inquina, mala fe,
rumor, murmuraciones,
y mentiras,
con el objeto de ganarse
la voluntad de otros,
que tampoco quiero ser,
que viven de adulos mundanos
y supuestos liderazgos.
No quiero ser,
alguien que no se valore a sí mismo,
alguien que no se apersone,
y decida corregir su camino.
No quiero ser,
alguien que se apoltrona
en su espacio de vida,
y decide no buscar
nuevos caminos,
nuevos tiempos, nuevos momentos.
No quiero ser,
una mano que no ayuda,
una voz que no calma,
un corazón que no ama,
una vida que no tiene sentido,
una existencia plagada
de amargura o quemeimportismo.
No es fácil ser,
y hacer frente,
a esa suerte de jueces morales
y de vida,
que aplauden la libertad
y a la vez condenan
a quienes quieren ser libres.
Eso,
es lo que no quiero ser.
Vivía entre la nostalgia de lo que fue,
y la nostalgia de lo que podrá ser.
A ese espacio llegó a llamar hoy,
o, en otras palabras vida.
Los gritos ensordecen.
Las palabras arrullan,
invitan, provocan pensar,
más allá que hablen de amor
y de tantas cosas más.
Estamos gratamente condenados,
a aprender…
caso contrario,
la ignorancia guiará nuestros pasos.
Del por qué,
al para qué,
hay una ruta de viaje
y descubrimiento interior.
No dejemos
de transitarla,
por más compleja
que parezca,
es vital.
Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos
Martin Luther King
Más importante,
que aquella promesa
de morir por alguien,
necesitamos
aprender a vivir,
a convivir con ese alguien,
y con muchos otros
conocidos, desconocidos,
cercanos o lejanos.
Por momentos siento,
que han muerto,
o que duermen profundamente
valores, costumbres buenas
y hábitos vitales para la paz.
Sociedades que sufren
un efecto de campo minado,
donde no se puede caminar,
sin estar expuesto a bombas
de violencia, irrespeto,
inseguridad, desconfianza,
corrupción y caos.
Aquel sentido de dignidad humana,
es lejano y para otros: inexistente.
Preocupados por tener,
olvidamos compartir,
olvidamos al que no tiene,
olvidamos al que perdió,
olvidamos al que no tendrá.
Más allá de tener,
alimento para el cuerpo,
olvidamos compartir
ese alimento con otros.
Y ese alimento,
o ese tener,
se puede leer
desde ópticas varias:
poder, ambición, control,
ignorancia, soberbia,
envidia, creencias,
dogmas… fundamentalismos.
Esto de vivir,
esto de convivir,
comporta el ejercicio
de sumar y no restar,
de multiplicar y no dividir.
Nos necesitamos juntos,
nos necesitamos tolerantes,
nos necesitamos inclusivos,
y también respetuosos,
considerados, prudentes,
y también alegres, felices,
soñadores, esperanzados,
confiados y comprometidos…
aunque todo ello hoy,
suene a “ilusión perdida”,
o a “imposible”, “innecesario”,
“absurdo” e “irreal”…
quizá porque se está enseñando,
o sembrando, todo lo contrario.
Que la sabiduría
que acompaña al mundo
a crear tantas cosas nuevas,
le permita encontrar
y reencontrar
aquellas, que le permitan,
el sencillo arte de vivir como hermanos.