El conformismo, en el camino espiritual, puede ser una forma de apoyarse en certezas externas. El auténtico caminante, escucha, pero luego debe comprobarlo todo por sí mismo. Apunta más allá de toda forma, por ello no se conforma con nada, ni se conforma a nada.
"Masnavi" (1258), Rumi
Es urgente,
es necesario,
es vital,
regresar al interior,
de cada uno de nosotros
y explorar, a profundidad,
el estado actual
de nuestro grado
de conformismo en general.
El poder y sus acólitos
nos necesita inconscientes.
El poder y sus acólitos,
nos venden su modelo de ortodoxia
disfrazado de verdad absoluta,
y nos invitan y logran
que no pensemos,
que no tengamos esa necesidad
de pensar, contrastar o cuestionar
esta realidad.
Nos necesitan inconscientes,
para que al final
le demos la razón
a la mayor expresión
de la sinrazón.
¿A dónde nos lleva esto?:
a que, en ese grado de inconciencia,
nuestro espíritu se recorte,
y sea el material ideal
para que germine el autoritarismo,
el populismo y la dominación
de la voluntad popular.
La corrupción,
la deformación del servicio público,
se nutren
de la incapacidad popular
de poder reaccionar
de formal tal
que se pueda cambiar una realidad.
Es en esa incapacidad,
donde la impunidad encuentra
el ingrediente perfecto
para que no haya cuestionamientos
y gobernar a un rebaño,
que camina por donde le digan,
pues perdió la costumbre
y la voluntad
de preguntarse
el por qué de su realidad.
No podemos permitir acostumbrarnos
a la presencia, práctica y promoción
del terrorismo, del genocidio,
del populismo, del abuso, del hambre,
del irrespeto por el ambiente,
por el ser humano y su dignidad.
No podemos acostumbrarnos
a la existencia y a la impunidad
de la corrupción y los corruptos,
de las mafias y los mafiosos.
Hay que despertar
de este triste adormitar
que se llama
impunidad de rebaño.
Es un despertar complejo,
porque nos comporta
dejar de pensar en formato rebaño
y empezar a pensar
por nosotros mismos.
Combatir la impunidad de rebaño,
es asumir el hecho
de que es posible
pensar diferente,
y no por ello,
ser el “malo de la película”.
Callamos y nos conformamos,
cedemos y somos cómplices
silenciosos, por supuesto,
de una serie de hechos,
de dichos y pensamientos
que buscan que nuestra vida
sea la de un rebaño
silencioso y obediente,
ante el cual, la impunidad,
se erige como su mandante.
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