Mira con los ojos de otro, escucha con los ojos de otro
y siente con el corazón de otro
Alfred Adler
Hoy miré
una foto hermosa,
que resumía el abrazo
de dos seres
que días antes
no se conocían.
Transcurrieron
unas horas
para construir entre ellos
el más bello de los puentes:
el de la empatía.
Ella lo miró,
lo escuchó y lo entendió.
El, le contó
desde su más profunda inocencia
cómo es su vida
sin guardarse nada.
Se mostró como es:
un ser humano
en el amplio sentido de la palabra.
Ninguno de los dos
se preguntó,
de dónde son,
de donde vienen,
o qué piensan de la vida.
Se encontraron
y decidieron compartir
lo maravilloso de la existencia.
Ella: una educadora diferente;
él: un estudiante, poco común.
Y es que, en educación,
como en otras cosas de la vida
lo diferente y lo poco común,
parecería que no son necesarios,
que molestan, que incomodan.
Parece que nos gusta saber
que todos son iguales a nosotros
y que las cosas deben leerse
en nuestro propio idioma.
Así no podemos construir la vida,
acabando con la vida de los demás,
y creyendo que con ello
nuestros hijos,
o las nuevas generaciones
puedan ser mejores.
Hay que mirar el mundo,
hay que vivir el mundo,
en clave de empatía,
mirar con los ojos de los otros,
latir con el corazón de los otros,
caminar con las piernas de otros,
tocar con las manos de otros,
pensar con la mente de otros.
Solo así entenderemos
que debemos respetar,
como el que más
el delicado mundo de la personalidad.
Esa foto de aquella
maravillosa educadora,
abrazando a su alumno,
no como eso: alumno,
sino como uno más de su familia,
me devolvió el sentido
de lo que debe ser la empatía.
Esa foto,
y la conversación con gente querida,
me devolvió el llamado
a educar en la empatía,
a mirar y mirarnos
con muchos ojos.
El mundo no podrá mejorar,
cambiar y ser mejor,
si seguimos acabándonos
unos a otros.
Si seguimos tratándonos,
como enemigos absolutos.
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