jueves, 26 de agosto de 2021

El profundo cambio

La sociedad no es más que el desarrollo de la familia; 

si el hombre sale corrompido de la familia, corrompido entrará en la sociedad

Enrique Lacordaire 


Ante el colapso
de ciertas instituciones públicas,
de ciertos gobiernos,
de ciertos modelos de gobierno,
de ciertos modelos de liderazgo,
se piensa inmediatamente
en el cambio de las formas
de esas instituciones.
En nuevas leyes 
y en nuevas sanciones.


Los índices de corrupción,
de negligencia,
de despiadada mala fe
de varios líderes locales,
nacionales e internacionales,
nos llevan a pensar
¿qué pasa en el mundo?,
¿por qué estamos así?
Y repetimos que, debemos educar,
que debemos ser firmes,
que debe haber disciplina,
castigo, temor y sometimiento
para poner orden
en el caos que nos domina.

La corrupción desborda
cualquier buena intensión 
de corregir lo torcido
lo dañado, lo podrido.
No bastan los cambios de timones,
no bastan los cambios de nombres,
hace falta pensar y analizar el cambio.

Un profundo cambio,
que no se produce,
entre otras razones
porque nos resulta incómodo,
porque todos somos parte
de ese cambio que pedimos
y que no sabemos
hasta dónde estaremos comprometidos.
Porque ese compromiso
nos exige ajustes
a nuestras propias convicciones,
creencias y actuaciones.

Asistimos aterrados,
a la destrucción de un estado,
y lavamos la conciencia
salvando a unos cuantos
y condenando a millones,
mientras los responsables
son parte del tribunal
de los juzgadores.

El profundo cambio
no solamente es necesario,
es vital para la vida misma
de cada uno de nosotros,
para la vida de nuestra conciencia,
de nuestro espíritu y de nuestra humanidad.

No habrá gobierno, parlamento,
institución pública o privada,
universidad, escuela o colegio,
asociación, organización o colectivo,
agrupaciones o familias,
que generen un cambio,
si el cambio no opera en ellos,
Si ellos siguen manteniendo
los viejos esquemas de gobierno
y cambiando de nombre a las cosas
sin cambiar las acciones y los hechos.

Cuando en la familia,
aprendemos a irrespetar
a no ser corresponsables,
a repetir modelos y acciones
que alientan la discriminación
la burla, la inacción,
el irrespeto por el prójimo,
no esperemos que 
quienes se formaron en ese espacio
hagan lo contrario
al momento de formar sus familias,
al momento de hacer su trabajo.

No hay desmayo,
en esto de recuperar la humanidad.
Partimos del hecho,
doloroso hecho,
de una realidad quebrada,
pero no por ello
podemos decir
que la batalla ha sido ganada
por el caos siniestro.
Aún hay bondad,
aún hay esperanza,
aún hay amor,
aún hay buena fe,
aún hay sentido común.

Juntemos todo 
y que el profundo cambio
sea posible para el mundo.
Lo verán otros,
a nosotros nos cabe,
dar el primer paso.


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