Después de ciertas experiencias deberíamos cambiar de nombre,
puesto que ya no somos el mismo
Emil Cioran
Creo que, -al vivir-
con el paso del tiempo,
con el paso de los días,
dejamos de ser lo que éramos
y nos convertimos en otro,
en otros, en muchos,
en diferentes…
ojalá: en mejores.
Sin saberlo
nos enfrentamos a hechos
y a situaciones
que nos cambian por completo,
que nos llevan a mundos
lejanos, complejos, hermosos,
tristes, queridos u odiados.
En fin,
las situaciones y los momentos
que nos marcan,
y nos cambian
son de muchos colores,
tonalidades y sabores.
Ya no somos lo que éramos,
porque el corazón se tiñe
de todas esas experiencias.
Ojalá no seamos,
para vivir en amargura,
en resentimiento,
en un constante cuestionamiento
de por qué no se hizo
tal o cual cosa,
o por qué se la hizo,
o por qué a mi,
por qué no fui
y tampoco soy,
como aquel que veo
que es feliz.
Ojalá no seamos
los que miden su vida,
con la medida de otras vidas,
porque el resultado,
casi siempre es desolador.
Ya no somos,
no podemos ser lo que éramos,
y en ese ejercicio,
el reto mayor, sea quizá ser:
ese ejercicio diario
de conocernos,
de aprender de nosotros,
y de llevarnos de la mano,
a dónde queremos estar,
sin la necesidad mortal,
de cumplir con ello
el querer ser lo que otros
quieren que seamos,
o el querer ser como otros,
que los creemos felices,
realizados y completos.
Ya no somos,
y en ese ya no ser,
podríamos detener el caminar,
porque las fuerzas no dan,
porque el ánimo agoniza,
porque el deseo murió,
porque la esperanza
se fue a otro lado.
Podríamos detener la marcha,
apagar el motor o apagar la vida.
Ya no somos,
porque ese cuerpo y ese espíritu,
se transforman,
se funden en formas distintas,
y necesitan alimento,
atención, amor y deseo.
Ya no somos,
ojalá para bien,
no de otros,
si no, de nosotros mismos.
1 comentario:
¡Excelente!
Ya no somos lo que éramos,
porque el corazón se tiñe
de todas esas experiencias.
Publicar un comentario