Hay una corte más suprema que las cortes de justicia, y es la corte de la conciencia. Supera todas las demás cortes. Para mí, es el único partido sincero
"Cultivar el corazón: enseñanzas sobre la no-violencia, la verdad y el amorincondicional" (2006)
Mahatma Gandhi
Con su silenciosa forma
de ser y actuar,
la conciencia vive
y también habita,
en cada uno de nosotros.
Es un proceso,
algunos dirán: un arte,
saber escuchar la conciencia
y sentirla viva,
en todo su esplendor.
No siempre la escuchamos,
preferimos escucharnos,
y pensar quizá,
que la conciencia exagera
o quizá que está equivocada.
No siempre la sentimos,
nos sentimos y asentimos,
confiando en una supuesta conciencia
de nuestra propia inconciencia.
A pesar de su silenciosa forma
de ser y actuar,
la conciencia habla fuerte
y habla profundamente.
Sus mensajes no siempre gustan,
incomodan y molestan,
porque nos recuerdan,
nos dicen y nos trasmiten,
un contrapeso vital
dentro de nuestras vidas.
Y, en esa suerte de inconformidad,
silenciamos a la conciencia,
la declaramos innecesaria,
la encerramos y le decimos ¡basta!
A partir de ese momento,
la ausencia de la voz de la conciencia,
dará paso a un ajuste interesado
de conceptos, situaciones y actuaciones.
Nos preguntamos ahora,
¿por qué las personas
actuamos o dejamos de actuar,
y que esas acciones u omisiones
perjudicamlos a otras personas?
“No hay conciencia”, dicen unos,
“Son unos inconscientes”, dicen otros.
Los que creen en el alma,
dicen que los inconscientes
son también unos desalmados.
En estos días, bueno…
y otros tantos días más,
he pensado en la conciencia,
y en la capacidad del ser humano
para silenciarla y encerrarla.
Y los resultados están a la vista:
ausencia de solidaridad,
incremento de la violencia,
corrupción desmedida,
quemeimportismo,
desesperanza, miedo,
sufrimiento y desconfianza.
La esperanza, la solidaridad,
el amor por la humanidad,
la corresponsabilidad ciudadana,
la cultura de paz,
son construcciones, son obras de arte,
que necesitan de la conciencia.
La conciencia,
nos es útil para vivir,
para mantenernos humanos,
despiertos y libres.
No hay leyes, quejas,
decretos e imposiciones,
que resuelvan los problemas,
si la conciencia sigue secuestrada,
por nuestras propias cadenas.
Demos el incómodo paso,
de liberar la conciencia
y sentarla en el lugar que se merece.
Seguramente, seremos
más temprano que tarde,
mejores personas,
que construirán mejores momentos,
para un mundo
y una vida mejor.
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