Cuando el “yo” se reemplaza por el “nosotros”,
incluso la enfermedad se convierte en salud
Anónimo
Muchas veces,
el sentido común,
es el menos común de los sentidos.
Probablemente
la sencillez de ciertos conceptos,
de ciertas ideas, de ciertas prácticas,
hagan de ellas, una difícil realidad.
Hay aspectos
en nuestras vidas,
que, aunque parecen obvios,
no es tan obvia su realización.
Lo ha dicho la filosofía,
y las grandes mentes de la historia.
Lo ha dicho el juglar,
el cronista, los abuelos,
los padres y los buenos amigos:
no hagamos solos,
lo que podemos hacer juntos,
no pensemos en el beneficio personal,
cuando podemos trabajar
por el beneficio de todos.
Individualmente,
somos una gota…
juntos, un océano que no se agota.
Sin el “nosotros”,
el yo se impondrá siempre
y entonces se dará paso,
al caudillo, al dios de barro,
al que dirá que solamente él.
tiene las respuestas
a nuestras preocupaciones,
y las soluciones
a nuestras complicaciones.
Sin el “nosotros”,
el yo sentará delante de la gente
al que ofrece regalar todo,
a cambio de entregarle todo.
Porque para el yo,
nada es gratis,
así que deberemos callar
nuestra desgracia,
por miedo y disposición del yo.
Y, como no hay “nosotros”,
no podremos quejarnos,
no podremos buscar ayuda,
porque olvidamos
que juntos, podíamos hacerle frente
a los problemas que nos afectan,
y a los desgraciados que nos maltratan.
Cuando olvidamos el “nosotros”,
perdemos humanidad,
perdemos sensibilidad,
perdemos el horizonte.
Solo importa el yo,
lo que haga el yo,
lo que gane el yo,
lo que obtenga el yo.
Da igual si los demás,
sufren, se enferman,
carecen de lo básico,
porque el yo es más importante.
Así gobierna la mentira,
la mafia, la corrupción
y el engaño: dando vida,
alimentando y fortaleciendo el yo.
Si entendiéramos,
la importancia de pensar,
de sentir, de actuar
y de trabajar por el nosotros,
perderíamos el miedo a dejar de ser
solamente un yo, un eslabón,
y nos transformaríamos en un nosotros,
en una cadena
que se une fuerte para hacer frente,
a lo que venga.
Nuestros males,
quizá no se puedan evitar,
pero podrán enfrentarse,
de mejor manera
si frente a ellos somos nosotros
y no millones de un yo,
solo, ciego y al servicio
del gran “yo” inhumano.
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