jueves, 31 de enero de 2019

La educación


"Este día es la ocasión de reafirmar los principios fundamentales. En primer lugar, la educación es un derecho humano, un bien público y una responsabilidad pública. En segundo lugar, la educación es la fuerza más poderosa de que disponemos para garantizar mejoras significativas en la salud, estimular el crecimiento económico y aprovechar el potencial y la innovación que precisamos para construir sociedades más resilientes y sostenibles. Por último, necesitamos urgentemente un llamamiento a la acción colectiva en favor de la educación en el plano mundial."
Audrey Azoulay,
Directora General de la UNESCO,
con motivo del Día Internacional de la Educación

Conmovidos,
frustrados, indignados,
“atados de manos”,
imposibilitados de hacer algo.
Así dicen sentirse los ciudadanos,
ante las diversas formas de violencia,
de corrupción, de maltrato,
de deshumanización,
de las relaciones sociales.

Desesperados,
buscamos la respuesta,
la solución, la fórmula,
para poder hacer frente
a situaciones que “escapan de nuestras manos”,
a conductas violentas
y atentatorias a los derechos humanos,
y a elementales formas
de urbanidad y buenas costumbres.
Caminamos por la calle,
y hay una persona que se orina
en plena vía pública
y le da igual lo que pasa a su alrededor.

Un vecino,
que deja su basura,
frente a la puerta de la casa,
-que no es la suya-,
sino la de otra persona
porque no ve lo que pasa.

Otras personas,
que se sientan en la vereda,
a consumir alcohol y drogas,
sin importar siquiera la hora,
el día y las personas
que pasan a su lado.

Un conductor,
que “aprovecha” el descuido,
para estacionarse en un lugar prohibido,
para pasarse una luz roja,
para hacer de la vía
una pista personal de competencia.

Lo peor de todo,
es que estas conductas,
o comportamientos
repetidos tantas y tantas veces,
dejan de llamar la atención
-pareciera-
y se convierten en algo normal,
contra lo que no se puede luchar.

Como normal parecería ser,
la violencia contra la mujer,
en todas sus formas,
en todas sus modalidades:
física, psicológica, económica,
laboral, sexual y tantas más.
Normal parecería,
la violencia contra niños y niñas.

Siempre hay,
un titular en la prensa
cargado de ignorancia o mala fe,
que desvirtúa
el verdadero sentido de la violencia,
y valida la cultura
como elemento connatural
de la violencia en la sociedad.
“Esto es así y nada puede cambiar,
así lo viví en mi casa,
y así lo tengo que soportar,
para que nadie diga nada,
para que nadie hable de mi sufrimiento”.

Normal,
por desgracia,
parece ser también,
el que lleguemos a pensar,
que todo político en el poder
deberá robar,
y que si al menos “hace obra”,
no está mal que robe.

O que por el solo hecho,
de ganar unas elecciones,
de manera honesta o fraudulenta,
debamos pensar
que tiene todo el derecho,
el político en el poder,
de pisotear la dignidad
de sus electores y de sus opositores.
Normal parecería ser,
que un dictador se proclame demócrata,
porque los poderes del estado,
tomados por asalto y engaño,
reconocen en él,
al representante del electorado.

Y así,
tantas y tantas muestras
de violencia en la sociedad,
que repetidas sin cesar,
y enseñadas con el mal ejemplo,
se convierten en parte del hacer,
de esta vida.
Y nos preguntamos ¿qué hacer?,
¿penas más duras?,
¿penas de muerte?,
¿prohibiciones, amenazas?,
¿enfrentar con violencia a la violencia?.

La respuesta,
quizá es más sencilla de dar
y tan compleja de aplicar:
educación y educar.

¿Dónde aprendemos y cómo aprendemos?
¿Qué aprendemos en casa y cómo lo aprendemos?
¿Qué aprendemos en la escuela y cómo lo aprendemos?
¿Qué aprendemos en la universidad y cómo lo aprendemos?
¿Qué aprendemos en la sociedad y cómo lo aprendemos?
¿Qué aprendemos de los líderes y quiénes son ellos?

La educación
es declarada un derecho universal,
un responsabilidad social,
la respuesta a los grandes males morales,
sociales y mundiales de la actualidad.
Pero, ¿cuánto hacemos por ella?,
y ¿cuánto dejamos de hacer?.

¿Cuán valorado es el espacio familiar,
para aprender los elementos básicos
de la convivencia social?.
Para aprender a amar, a respetar,
a cuidar, a construir, a proteger,
a soñar, a reír, cantar y llorar.

¿Y la escuela o la universidad?,
están diseñadas para aprender,
o para formar repetidores de contenidos,
sin razonamiento elemental.
¿Qué busca el poder?,
¿pensadores o adoctrinados y sumisos?.

¿Y los maestros?,
¿quién se preocupa por ellos?,
¿quién los forma, educa,
evalúa y proyecta?.

Estoy convenido,
de que la educación
es la herramienta más poderosa
para hacer frente a los grandes males
de nuestra sociedad.
Pero esa educación debe ser:
liberadora, libre de dogmas,
provocadora, sencilla, sensible,
y ser la suma de las buenas costumbres,
de lo más hermoso y grandioso
del ser humano.
Solamente así,
con esa definición,
con esa preocupación por la educación,
podremos depositar en ella
la esperanza de un mundo mejor,
y no solamente celebrar su día,
sin hacer nada más para que mejore.

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