jueves, 23 de febrero de 2017

Fundamentalismo e intolerancia

A lo largo de la historia se ha derramado mucha sangre porque algunos hombres se creen dioses y no les importa sembrar el mundo de muerte, porque para ellos los otros hombres son sólo carne con forma pero sin voz, sin alma. No les ven, no les sienten, no les importa que mueran con tal de que sirvan a sus intereses.
 Julia Navarro

Duele saber,
que al poder en el poder,
en su afán de perpetuidad,
deja una herencia de intolerancia,
deja un legado de fundamentalismo.
No hay término medio,
si no estás con el poder,
estás en su contra.

El poder en el poder,
en su afán de perpetuidad,
construyó un discurso de odio,
ante todo lo que no sea su legado.
Nada de lo que se hizo antes,
nada de lo que se hará después,
puede tener valor,
si no es el poder el que lo hace,
con el dinero de todos,
de los seguidores,
de los neutrales,
y de los opositores.
Llegamos a un punto,
en que los lazos de familia,
de amistad y de respeto por el prójimo,
se dejan de lado,
y se cambian por actitudes fundamentalistas,
por acciones intolerantes
que buscan dañar, que buscan destruir
al que no piense igual.

Si en una sociedad,
el fundamentalismo y la intolerancia,
se transforman en formas de vida,
en esa sociedad,
no hay ganadores ni perdedores,
no hay forma de progreso,
no hay posibilidad de futuro.
A nada nos llevan los insultos,
ni las burlas, ni las amenazas,
porque el poder en el poder
al ver a sus ciudadanos divididos,
ignorantes, fanáticos e intolerantes,
abusará de ellos,
como le de la gana.

El poder en el poder,
que siembra fundamentalismo e intolerancia
se toma por asalto
las instituciones del estado
para llevarse el dinero
y la ilusión de todos los ciudadanos,
que obnubilados por mentiras verdaderas,
defienden lo indefendible,
sin poder mirar
lo que en realidad pasa en la patria.

Es tiempo,
siempre es tiempo
de recuperar
el sentido de la palabra y el diálogo,
de la tolerancia y el respeto,
de la dignidad del prójimo,
del servicio público.
No podemos permitir,
que el resultado de un proceso electoral
sea la cruenta pelea
entre fundamentalistas e intolerantes,
que en una lucha sin tregua
intercambian las peores amenazas,
hacen uso de las estrategias más inhumanas,
que el fin justifica los medios,
sin ponerse a pensar
que la Patria es un objetivo común,
que el futuro debe ser para todos,
que todos nos merecemos respeto,
oportunidades, ayudas, apoyos.
Que todos debemos ser iguales ante la ley,
que debemos rendir cuenta de nuestras acciones,
que si nos dan la oportunidad de servir
a través de un cargo,
público o privado,
que sepamos asumir
la majestad de esa dignidad
y no busquemos representar,
solamente para beneficiar,
a un solo grupo,
a un solo nombre,
a una sola idea fundamentalista e intolerante.

Si tenemos oportunidad de cambiar,
que lo hagamos sin dudar.
Si tenemos oportunidad de corregir,
que lo hagamos sin mentir.
Si tenemos oportunidad de trabajar,
en la diversidad de las ideas y la cultura,
que lo hagamos con respeto,
tolerancia y dignidad.
No hay caminos para la paz,
la paz es el camino.

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