Son amor infinito,
son amor eterno,
son refugio,
son paz.
Son la mano a la que te aferras,
cuando tienes miedo,
cuando más tiemblas.
Son el puerto
al que sabemos llegar,
que nos acoge siempre
con amor y bondad.
Son al final,
un ángel de la guarda en la tierra,
que mientras están en cuerpo
no los apreciamos por momentos,
pero cuando se van
y se convierten en espíritus,
nos duele tanto su partida,
hasta que descubrimos
que los tenemos en el corazón
de noche y de día.
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