Es un enorme error pensar que el gran cambio tiene que venir desde los partidos políticos. No, tiene que venir desde cada uno. Los seres humanos tenemos que aprender a respetarnos a nosotros mismos y después respetar a los demás. No sé quién dijo que primero tenemos que aprender a tolerar, pero que mejor que eso es aprender a respetar al otro
Mercedes Sosa
El aprendiz está
en el taller de su maestro,
feliz e ilusionado por aprender,
nervioso y preocupado
por no dar la talla,
por equivocarse y dar la imagen
de no estar listo para el aprendizaje.
El maestro recibe al aprendiz,
“uno más” dice para sus adentros,
consciente de la responsabilidad que conlleva
enseñar el oficio a una nueva persona.
O, inconsciente de aquella responsabilidad
y poniendo en riesgo la formación
de aquella persona que ve en su maestro
el ejemplo a seguir.
Aquel maestro,
puede inspirar, puede hacer soñar
al aprendiz que lo acompaña,
o puede dominar, amedrentar
y lograr un supuesto respeto
a base de gritos y malos tratos.
Ese maestro,
puede crecer, al ver crecer a su discípulo.
O, ese maestro,
puede no ser tal, al confundir el miedo
y la desconfianza de su aprendiz,
con un supuesto respeto.
Ese maestro,
para ser llamado tal,
necesita saber aprender,
escuchar, inspirar y transmitir.
El otro, aquel mal llamado maestro,
cree que por haber llegado antes al mundo
lo sabe todo, lo inventa todo,
y es un completo ignorante
esperando las loas y aplausos
de aquellos que lo rodean.
Aquel maestro,
que entendió su oficio
sabe que su ejemplo enseña
más que cualquier enciclopedia,
por tanto serán sus formas,
sus modales, sus costumbres
su forma de llevar la vida
la que enseñará a su discípulo
cómo comportarse y encumbrase
a aquella maestría.
Todo lo demás,
irrespetos, insultos, malos tratos,
mentiras, difamaciones, engaños
murmuraciones,
harán de aquel personaje,
cualquier cosa, menos un maestro.
Respetar se aprende y se enseña:
respetando, a uno mismo
y a los que nos rodean,
sean estos amigos, enemigos
o ilustres desconocidos.
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