La única alegría en el mundo es comenzar.
Es hermoso vivir porque vivir es comenzar, siempre, a cada instante
Cesare Pavese
Esto de vivir,
no es solamente
comer y dormir.
Podría serlo,
y quizá lo es,
para varios,
para muchos,
una forma de vida,
una especie de conformismo.
Algo tan normal
algo tan real,
que no admite análisis,
reflexión o viaje interior.
Hay una peligrosa tendencia
a seguir patrones
-preestablecidos-
que nos dicen en indican
para dónde
o por dónde
esta vida
debe vivirse y de qué forma.
Por eso los comienzos,
son tan importantes,
cuando nos reclaman,
cuando nos piden
una dosis de intimidad,
Una dosis de nosotros mismos,
un reclamo a la originalidad
una invitación a reconocer
que sabemos pensar,
sentir, amar y gustar,
de una forma particular.
Esto de los comienzos,
esto de sentir que debemos comenzar,
cuantas veces sean necesarias,
es algo que la vida plantea,
es algo que se presenta
en nuestros días
de diversas formas.
Está en nosotros
aceptar la invitación,
o dejar que la vida pase
como siempre,
por siempre,
sin que signifique cambio alguno.
Me gustan los comienzos,
cuando son hábito,
cuando me invitan
a pensarme,
a repensarme,
a mirarme y aceptar
que hay cosas que deben cambiar,
cosas que debo cambiar.
Me gustan los comienzos,
cuando son ese momento
en el que me doy cuenta
que no debo ser por ser
y actuar por actuar,
peor aún: ser por interés,
ser porque así, se supone,
me aceptan más.
Me gustan esos comienzos,
que empiezan en un día,
y me dicen,
que siempre es tiempo de empezar,
que el cambio, que el cambiar,
es una forma de oxigenar
esto que llamamos alma,
esto que llamamos vida.
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