Cuando digo que la dignidad no se negocia, me refiero a que te cuides, a que te trates bien y con respeto, así el amor te empuje cuesta abajo. Hay cosas que no están en venta, aunque te duela el alma
Walter Riso
En el transcurso del tiempo,
hemos logrado entender
muchas cosas de la vida,
otras, nos quedan aún de tarea.
Los estudios sobre la violencia,
han profundizado mucho
en aclarar los diversos comportamientos
que hacen de la violencia
una de las pandemias silenciosas y ocultas.
La violencia usa,
diversas caras, diversas caretas,
diversos argumentos
diversas narrativas.
Una de ellas,
es la humillación,
que deteriora, mina y acaba,
la dignidad humana.
Humilla el manipulador
que haciendo gala
de un lenguaje adornado
de mentiras y falacias,
de argucias y manipulación,
logra engañar
a quien tiene débil
el amor propio y el autoestima.
La humillación
tiene por objeto
anular aquellos conceptos claves
de la dignidad humana:
el propio cuidado y el propio amor.
Quien humilla,
lo hace consciente de su daño
de su fuerza para manipular,
y de su estilo para engañar.
Quien humilla,
oculta sus propios miedos,
sus propias bajezas,
sus propios desprecios.
Quien humilla,
se hace fuerte
al saber que sus palabras
y que sus mentiras
tienen eco
en aquellos ingenuos
que repiten una y otra vez,
que lo que les pasa
es porque no son nadie,
porque no valen la pena,
porque no merecen nada bueno,
porque no son tan inteligentes
y perfectos como el humillador.
Liberarse de ese sometimiento
no es nada fácil,
pero siempre es posible.
Recobrar la dignidad,
no es nada fácil,
pero siempre es posible.
Recobrar la dignidad,
duele y duele mucho,
pero siempre es posible
y vale la pena.
Cuidarnos, querernos,
animarnos, confiar en nosotros,
neutralizar al humillador
con nuestro desprecio
y con desoír sus mentiras,
hará que el dolor de recuperar nuestra dignidad
valga la vida,
y acrecentará nuestro amor
por nosotros
y por lo que de verdad
vale la pena en nuestra vida.
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