No podemos cambiar nada sin antes comprender. La condena no libera, oprime
Carl Gustav Jung
Los cambios en la vida,
deberían ser una constante.
Esperar que sigamos siendo,
siempre los mismos,
sería condenarnos anticipadamente,
a una muerte viviente.
Es más,
me atrevo a decir,
que hoy soy
en algo diferente
de lo que fui ayer,
por lo que viví,
por lo que sentí,
por lo que dije,
por lo que escuché.
Cambiamos,
en función de lo que vivimos
y de lo que sentimos.
Cambiamos,
en función de lo que decimos
y de lo que callamos.
Cambiamos,
unas veces con conciencia
y otras,
es la inconsciencia la que domina
todos nuestros cambios,
-y somos otros-
casi sin darnos cuenta.
Quizá el mayor reto
sea el de comprender
que el cambio es necesario
en todos los momentos
de esto que llamamos vida.
Comprender
lo que vivimos
y por qué lo vivimos,
y que si algo debe cambiar,
-empezando por nosotros-
cambiará el entorno.
Comprender,
que el cambio,
por llamarlo “adecuado”,
es el resultado, la suma,
de una serie de reflexiones,
de acciones, firmes y sostenidas,
que lo hacen
o lo convierten en hábito.
Cambiamos entonces,
por necesidad,
por salud mental,
por caminar hacia nuevos rumbos.
Cambiamos
con conocimiento,
en un permanente ejercicio
de comprensión del cambio.
Con ello,
evitaremos que
la queja o la condena,
sean únicamente
las herramientas de un cambio,
que no sabemos si llegue,
y si llega
no sabremos a dónde nos lleve.
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