Vemos las cosas no como son, sino como nosotros somos
Henry Major Tomlinson
Disfrutar de la mirada
y del alimentar la vida,
mirando las diversas formas
que tienen los días.
Empecé a mirar,
el día en que dudé
lo que mis ojos decían -solamente-
Empecé a mirar
cuando me puse en los ojos
de quien yo miraba,
o en el lugar de aquello que veía.
Empecé a mirar,
cuando entendí que podía
hablar, sentir y entender
con estos ojos que se precian
de ver la luz y las tinieblas,
las rosas y las lágrimas,
los abrazos y los deseos.
Empecé a mirar
cuando dejé solamente de creerle a mis ojos
sin antes haber comprobado con mis sentidos,
así sea ese, el mas doloroso de los ejercicios.
Escuché también
las diversas voces
que aparecieron en mi camino.
Aquellas que me insultaban,
aquellas que me desanimaban
e incluso violentaban.
Escuché también las voces
que me dijeron y dicen,
que confían en mí siempre.
Y también aquellas voces de sirenas,
que me cautivaron con sus cantos,
y que luego resultaron
ser sonidos del silencio.
Descubrí también
el sonido de los pasos,
de la voz y de la risa,
de quien alegra el corazón
y da sentido a la razón.
Escuché el cantar de los cantares,
el sonido de las cuerdas y los metales.
Pude escuchar el grito
del dolor que provoca
la violencia en todas sus formas.
Pude sentir el olor
del perfume más hermoso
que no lo fabrica
ningún diseñador famoso,
si no el perfecto cuerpo
que se acerca presto
al abrazo y al beso.
Sentí también
el olor del miedo,
de la tristeza y de la desesperación.
El olor de lo rancio y lo añejo,
de lo podrido y lo putrefacto.
El olor que tiene,
el día cuando empieza,
la noche cuando nace,
la lluvia cuando cae,
el sol cuando calienta,
el viento cuando agita…
Pude oler tu presencia,
aún cuando eras ausencia.
Disfruté del sabor de la vida,
amarga, dulce y desabrida.
Del buen café y la comida
que las manos amadas
me brindaron siempre.
Comí muchas veces
lo que no quería,
o lo que no me gustaba,
porque así lo mandaba
lo políticamente correcto.
Los sabores, todos,
quedan en mi boca.
y trato de olvidarme
de aquellos amargos,
y quedarme siempre
con esos
que me recuerdan lo bello.
Desde mis dedos, mis manos
y desde mi misma piel,
pude comprender
la diversidad que ofrece
el sentir, el tocar, el rosar.
Un cuerpo que nace,
y también
una felicitación, un saludo,
un agradecimiento,
un despido, un adiós,
un hasta nunca,
una mano que te toca,
un abrazo que provoca,
un sentimiento permanente.
Estos son mis sentidos,
a veces cuerdos,
a veces sinsentido.
Intento que sean poesía,
en medio de la alevosía
que es vivir para sentirlos.
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