Los na´vi dicen que cada persona nace dos veces.
La segunda es cuando ganas tu lugar en el clan para siempre
Sam Worthington
(de la película Avatar)
Una gran parte del mundo,
celebra el nacimiento de un Dios,
de un ser de luz,
de alguien que cambió la vida
-y la sigue cambiando-
de millones de personas,
a pesar de que eso sucedió
hace más de dos mil años.
El nacer lleva implícito
el simbolismo de la llegada,
de la espera,
de aquella ansiedad,
de saber cómo es,
aquello que va a nacer.
El nacer,
al menos en mi evoca
la oportunidad de volvera vivir,
a pesar de las derrotas,
de aquellas muertes simbólicas
que se traducen en errores,
fracasos, pérdidas, dolores,
sufrimientos o,
en procesos de grandes transformaciones.
El nacer,
el nacer nuevamente,
una y otra vez,
nos permitirá
llevar adelante
aquel necesario ejercicio
de filtrar, a través de ese nacimiento,
aquellos detalles,
aquellos hábitos,
aquellas costumbres
que nos hacen daño.
El nacer,
el nacer nuevamente,
nos debe invitar,
permanentemente,
a buscar en nosotros
el estado con el cual
sintamos que somos
lo que queremos ser
y no lo que otros dicen que seamos.
Nacer,
como preámbulo de la muerte,
sabiendo que lo importante,
de unir esos dos momentos
será a través de una senda
donde morimos muchas veces,
acusados y juzgados por falsos jueces,
y donde el ejercicio clave
será poder encontrar la forma
de volver a nacer,
a pesar de los demás
y de sus circunstancias.
Nacer,
para crecer por dentro,
para que nuestros sentimientos
sean el sostén de nuestros días,
de nuestras verdades
y también de nuestras inseguridades.
Creo que aprendemos a nacer,
cuando al llegar al mundo,
nuevamente, una y otra vez,
sentimos que somos parte,
como parte nuestra
es aquel mundo, con toda su gente,
sus momentos y sus tiempos.
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