Tras el vivir y el soñar, está lo que más importa: el despertar
Antonio Machado
Este ejercicio de vivir,
tiene muchos momentos,
unos claros,
otros inciertos.
Alegres recuerdos,
tristes penas y desvelos.
Este ejercicio de vivir,
nos lleva a mecanizar la vida,
los hechos, las costumbres,
el repetir del día a día.
Este ejercicio de vivir,
esta suerte de estar vivos,
en algunos casos,
muchos o pocos,
nos convierte en parlantes
que repiten,
lo que dicen otros.
Este ejercicio de vivir,
nos transforma con los días,
en jueces implacables
de la vida ajena.
Nos convertimos en expertos
que dicen lo bueno
y, por lo general,
lo malo de los otros,
Atreviéndonos a decir, incluso,
cómo debería vivir la gente,
para que mi realidad (sobre ella),
tenga sentido.
Independientemente,
de que yo haga lo contrario,
de lo que digo,
y de lo que digo ser.
Este ejercicio de vivir,
está lleno de realidades,
de disfraces,
de palabras sueltas,
de percepciones,
de creencias,
de verdades absolutas,
de conclusiones anticipadas.
Nuestras preguntas nacen,
llenas de respuestas,
sin esperar ni un segundo,
que se contesten,
por quienes tiene el derecho
a responderlas.
Este ejercicio de vivir,
es a la vez,
una suerte de sueño,
donde un mundo paralelo
existe en realidad,
y llegamos a pensar,
y a desear que las cosas,
deberían ocurrir,
porque soñamos en ellas,
o tenemos ilusión
de que ocurran
de la mano de un dios de barro,
o de alguien que nos promete
la felicidad eterna,
a cambio de nuestra voluntad.
Este ejercicio de vivir,
necesita que despertemos,
que soñemos, pero despiertos,
y que, en ese ejercicio,
en esa fórmula de vida,
aprendamos a aprender,
que en este mundo
y en sus elementos,
somos una pieza clave,
para hacer de la realidad
una razón perfecta
para la humanidad.
Necesitamos despertar,
actuar y hablar
por nosotros mismos
y arrimar el hombro,
para vivir, soñar,
y hacer realidad los sueños.
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