La lealtad no se puede imprimir. No puede ser producida en una línea de montaje porque su origen está en el corazón humano, el centro del respeto a uno mismo y de la dignidad humana
Maurice R. Franks
He pensado en estos días,
sobre la lealtad,
vista desde un lugar de trabajo.
He pensado en la lealtad,
al verla ausente en varios espacios
donde debería estar presente.
Creo que tan importante,
como conocer un reglamento
del lugar donde trabajo,
es conocer los valores que allí,
se deben o deberían compartir.
Y no es solamente
leer un bonito documento
que exprese buenos deseos,
Es, sobre todo,
una actitud permanente de vivencia
de esos buenos deseos,
y valores como la lealtad.
Tampoco basta,
con escribir “lealtad” en una hoja
y pegarla en la pared
de una oficina
o de un lugar de trabajo,
Eso quizá no sirva de nada,
porque hay que escribirla,
todos los días
con actitudes, acciones
y gestos que harán de la lealtad
una forma de vida.
Habrá que cuidar,
de que no se confunda lealtad,
con servilismo, adulo,
sometimiento y entrega sin par
al poder que sostiene
una determinada organización.
No es un dejar hacer,
dejar pasar.
Tampoco es,
arrodillarse ante cualquiera
que se llame jefe
y éste, pretenda con ello,
pisotear la dignidad de las personas.
Al contrario,
la lealtad necesita de la verdad.
Decir las cosas,
con respeto, pero decirlas,
cuando vemos que están mal.
Y decirlas,
no a través del rumor,
del cuchicheo, en forma de queja,
o botando, como se dice: lodo con ventilador.
La lealtad nos pide,
que la palabra sea dicha,
a quien debe decírsela,
con respeto y firmeza.
La lealtad comporta,
respetarnos y respetar,
el lugar donde trabajamos,
y hacer de él,
el mejor lugar para trabajar.
La lealtad cuesta,
porque en su construcción
y en su ejercicio,
las lenguas murmuradoras,
nos dirán de todo,
con tal de hacernos desmayar
del ejercicio ético
de construir una forma de actuar
en un ambiente laboral,
ávido de buenas costumbres,
incluida la lealtad.
Dura tarea,
esto de ser leales,
en un mundo,
donde la envidia
y el quemeimportismo,
son los antivalores
que más se practican.
Dura tarea,
y por lo mismo,
necesaria, esperanzadora
y siempre inspiradora.
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