No soy enemigo de individuos ni de clases sociales, donde está la
corrupción, allí está mi enemigo; donde está el reinado de las tinieblas, allá
me tiro sin miedo
Juan Montalvo
Tinieblas,
como símbolo de lo
oscuro,
de lo podrido,
de lo que apesta.
Tinieblas,
como sinónimo de
corrompido,
de carcomido,
de muerte lenta.
Tinieblas,
como único camino
que recorren los
desahuciados,
los ignorantes y los
desgraciados.
Tinieblas,
como forma única de
vida,
como respuesta
inmediata
a todos los males
que nos aquejan.
Tinieblas perversas,
porque nos
acostumbramos a ellas,
porque creemos ver el
camino,
y resultan ser
tinieblas,
que engañan a los
ojos,
y nos muestran la
mentira,
o lo que otros
quieren
que creamos ver.
Es una noche que no
acaba,
una eterna espera por
el amanecer.
Un amanecer que no
llega,
porque una fuerza siniestra
se encargó de detener
el tiempo del sentido
común,
y hacernos creer
que solamente hay
tinieblas.
Una noche que no
acaba,
que oculta en la
penumbra,
la descomposición
social.
No importa el dolor,
o el sufrimiento del
ser humano,
vivimos en tiempos
donde el poder absoluto,
vive de las tinieblas
que cubren nuestros
ojos.
Mientras nos “sacamos
los ojos”,
unos a otros,
el poder en el poder
se hace más fuerte,
más impune
y más diabólicamente
perfecto.
Es capaz de buscar,
y casi siempre encontrar
el precio de aquel ser
humano,
que se cruce en su
camino.
Una noche que no
acaba,
porque está podrida
el alma,
de la gente mala,
que se aprovecha de
la ignorancia,
y del cansancio,
de los que caminan en
las tinieblas.
Es triste,
doloroso y a la vez,
mirar y reconocer el
oscuro camino.
Lo que no nos podemos
permitir,
es que, una vez visto,
lo sigamos sin
preguntarnos
si vamos por el
camino correcto,
o lo sigamos
sin intentar,
despertar a los otros.
Si la noche no acaba,
es porque seguimos
con los ojos
cerrados.
El ejercicio, el reto
es,
abrirlos con cuidado
de no dañarlos,
pues la luz que llega
podría también
dejarnos ciegos.
Abrir los ojos con prudencia
para acostumbrarnos a
la luz,
cerrarlos para
descansar,
y con ello saber
enfrentar
las horas…
de aquella noche que
no acaba.
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