“La felicidad consiste en poner de acuerdo tus pensamientos,
tus palabras y tus hechos”
Gandhi
Es fundamental,
en el ejercicio
de fortalecer la
democracia,
aportarle, sin medida,
la mayor cantidad de
herramientas
y de apoyos
para que sea en
verdad
lo que queremos que
sea: democracia;
y no una suerte de
letrero
que se cuelga en la
puerta de entrada
de cualquier gobierno
fundamentalista,
populista,
corrupto,
autoritario,
demagogo y mentiroso.
Una de esas
herramientas,
creo yo,
es la coherencia.
Es decir,
el delicado arte,
de hilvanar el pensamiento,
la palabra y la acción.
“Algo lógico”,
dirán unos.
“Sentido común”,
dirán otros,
el problema,
(lo pienso en silencio)
es que no es fácil,
no es sencillo,
porque requiere
educación, disciplina
y una práctica
diaria.
Coherencia en la
propia vida,
en cómo dices, crees
y opinas
sobre cómo las deberían
ser personas,
y cómo eres y son, en
realidad.
Coherencia en la
convivencia,
al entender,
que no vives solo
y que debes aprender
a convivir
con diversidad de
creencias,
pensamientos,
formas y estilos de
vida,
que no atentan la
dignidad
ni los derechos
humanos.
Coherencia para entenderlos,
coherencia para
dialogar,
coherencia para
respetar,
coherencia para
oponerse,
coherencia para hacer,
una propuesta
diferente.
Coherencia
en el ejercicio de la
ciudadanía.
No podemos quejarnos
de los malos
gobiernos,
si somos nosotros,
con nuestro voto
y nuestro silencio,
los que permitimos
que nos desgobiernen
aquellos que
solamente piensan
en su bolsillo y en
su fama pasajera,
mientras se gastan
el dinero, el tiempo y
la esperanza
de todo el electorado.
Coherencia
en el ejercicio
del servicio público.
Los que administran
el dinero, la salud,
la educación y la
organización
de todo un estado,
no pueden creerse o
asumir
que uno es el
discurso
y otra la acción.
Si se dice que se
combate
frontalmente la
corrupción,
no pueden existir
corruptos comprobados
y consumados
en cualquier institución
de servicio a la nación.
Coherencia
en el respeto
de instituciones tan
sensibles
como la seguridad
social.
El dinero y las
decisiones,
no son de los
administradores.
El dinero es de
todos,
y las decisiones
se deberán tomar,
en función del
beneficio popular
y de todos los
aportantes.
Coherencia
al momento de
gobernar.
Hay que educar para
trabajar,
para respetar, para
ser solidarios,
para construir un
proyecto común.
Si en los gobiernos,
cada uno hace,
lo que le da la gana.
No esperemos una
ciudadanía,
que actúe y piense
con coherencia y
sentido común.
Otro de los valores
perdidos,
otra de las artes
olvidadas,
o quizá guardada o
adormitada,
que debemos
despertar,
cultivar y hacer
crecer,
para construir democracia,
estado de derecho y
de legalidad.
Sin coherencia,
los cantos de sirena
son,
y seguirán siendo,
la más atractiva
forma
de engañar a una
sociedad,
que incoherente observa,
como lanzan su futuro,
al más oscuro de los
precipicios.
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