jueves, 23 de enero de 2020

La gran catástrofe


“El deber del superviviente es dar testimonio de lo que ocurrió, hay que advertir a la gente de que estas cosas pueden suceder, que el mal puede desencadenarse. El odio racial, la violencia y las idolatrías todavía proliferan”
Elie Wiesel

¿Por qué no debemos olvidar,
            -y siempre recordar-
lo que la envidia, la ignorancia
la maldad y la locura del ser humano
ha provocado contra si mismo?

Grandes guerras,
grandes matanzas,
genocidios, holocaustos,
odios, violencias, amenazas.

Pasaron...
hace tantos años,
pero los elementos,
las causas que los originaron
siguen vivas por allí,
como llamas y fogatas,
avivadas por fundamentalismos,
poderes absolutos,
y mentes diabólicas.

Muchos gobiernos,
hablan con el lenguaje de las armas,
que no necesitan disparar municiones
o quizá muchas balas,
basta su presencia en las calles,
en sus cuarteles, en sus bases,
para sentir el poder del poder,
para amedrentar, para atemorizar,
para callar la voz de los sin voz.

Muchos dirigentes,
muchos líderes y presidentes,
se mantienen en el poder,
dividiendo a la gente,
sembrando y cultivando miedos,
odios, resentimientos, intolerancias,
y creando guerras de la nada.

Tal parece que la imagen del líder,
del que ostenta el poder,
es aquel que desconoce la ley,
los derechos humanos,
y el estado de derecho.

Importan los grandes negocios,
los grandes capitales,
las grandes industrias
del narcotráfico, trafico de personas
y venta de armas.

Personas caminando noche y día,
dejando atrás su tierra,
su país y su historia.
Personas encerradas
en campos de refugiados.
Personas que deambulan en las calles,
de un país que no es el suyo.
Personas que mueren ahogadas
intentando llegar a la tierra prometida.
Niños, mujeres y hombres
víctimas del tráfico,
para venta de sus cuerpos
y también de sus órganos.

Gobiernos que se llenan
los bolsillos de plata.
Políticos corruptos
que se esconden y escudan
en manipulados estados
de refugio y protección.

Cárceles abarrotadas
de todo tipo de personas
y de delincuentes,
donde están ausentes
los grandes ladrones
y criminales de la humanidad.

Es una catástrofe,
y ante ella hay que actuar.
“Ante las atrocidades tenemos que tomar partido.
El silencio estimula al verdugo”

nos recuerda el pensador,
cuya cita precede esta reflexión.
Y no se trata de organizar
grandes campañas o proyectos,
hay que empezar por preguntarnos
si entre nuestros ejemplos a seguir
está alguno de esos falsos líderes
y dioses de barro.
Si para nosotros el fin
justifica los medios.

Entonces...
no seremos parte de la solución
peor aún de la esperanza,
somos carne de cañón
y actores de la gran catástrofe.

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