jueves, 30 de agosto de 2018

De la promesa a la realidad


Ahora es el tiempo de elevarnos del oscuro y desolado valle de la segregación
 hacia el iluminado camino de la justicia racial
Martin Luther King

¿De qué nos sirve
una declaración de independencia,
una promesa de igualdad,
si la realidad que vivimos
es otra?.

¿De qué sirve una promesa,
si no podemos hacerla realidad?,
de nada…
porque se queda en palabras,
que se las lleva el viento,
que las olvida el tiempo,
dejando un sabor amargo,
en el corazón y en el alma.

Hace cincuenta y cinco años,
el llamado Mesías Negro,
Martin Luther King,
pronunciaba su famoso discurso:
tengo un sueño.

En el narraba la frustración que sentía,
porque las promesas de los padres de la patria,
en el texto de la constitución,
no reflejaba la realidad.
Mientras las palabras
hablaban de igualdad,
los hechos decían inequidad,
violencia, segregación y sometimiento.

Un discurso
lleno de dolor,
por el sufrimiento,
pero a la vez,
un discurso de esperanza,
un llamado noviolento,
a superar la segregación,
la división de clases,
a dejar de vernos
y tratarnos como diferentes,
a pesar de ser iguales,
en derechos y obligaciones.
Un discurso,
en el que se dibuja
un escenario de igualdad
para los que vienen,
y para los que vendrán.

Un discurso que por desgracia,
no ha perdido vigencia,
y si bien,
podemos arriesgarnos a decir,
que no hay segregación racial
en nuestros países,
-al menos no como en el tiempo
del Mesías Negro-
hay segregación en intolerancia,
ante al marea humana,
de nicaragüenses y venezolanos,
que obligados por sus desgobiernos,
a dejar su patria y su tierra,
caminan por calles y carreteras,
pidiendo caridad,
clamando ayuda,
buscando un pan,
soñando que alguien los pueda ayudar.

Creo que debemos soñar,
con una América sin fronteras,
respetuosa de sus costumbres,
de su historia,
de su idiosincrasia.
Una América solidaria,
humana y tolerante,
consciente de que habrán tiempos
donde los gobernantes sean responsables
y tiempos donde los gobernantes
sean unos verdaderos maleantes.

Una América que se prepara,
que lucha contra la ignorancia
y la manipulación del poder.
Que abre sus puertas al necesitado,
que acoge en su casa al refugiado,
que trabaja para disminuir,
las múltiples desigualdades,
las complejas inequidades,
que podrán resolverse,
o al menos disminuir,
si trabajamos juntos,
desinteresadamente
por el bien común.

Siempre tendremos algo para compartir:
comida, ropa, enseres,
dinero, cualquier cosa,
lo que para ti es pequeño,
para otros es un tesoro.
Y si no tienes nada en la mano,
tienes algo en tu corazón,
que ningún dinero podrá comprar:
tiempo y amor.

De nada nos sirven las palabras,
las declaraciones,
las constituciones y las leyes,
si ellas son una promesa,
y no una realidad.

No hay comentarios: