jueves, 6 de septiembre de 2018

Educación... vial

Prevenir... para no morir
Educar... para salvar


     
Desesperados reaccionamos,
ante las decenas de muertes
que se producen en las carreteras.

Conductores suicidas,
circulan por todas las vías,
creyendo que están
en alguna competencia infernal,
pensando que -supongo-
mientras más rápido vayan,
ganarán un trofeo imaginario,
que los hará, según ellos mejores.

Conductores suicidas,
que cumplen agotadoras jornadas laborales,
trasnochados, cansados y desmotivados,
circulan por las vías,
llevando bajo su responsabilidad,
la vida de otros,
la responsabilidad de trasladarlos
a su destino final,
que no es la muerte,
por el contrario,
es la vida y su caminar.

Conductores suicidas,
que cuando se accidentan,
que cuando provocan la muerte,
huyen despavoridos,
dejando a su paso,
un dolor que no acabará jamás,
y una impotencia que provoca
las ganas de acabar todo con violencia.

Pero esos conductores,
no están solamente en las carreteras,
los encontramos en las ciudades
y en las poblaciones.
Conductores que creen,
que conducir es hacer,
lo que les da la regalada gana.

Estacionarse donde no es debido,
irrespetar el límite de velocidad permitido,
rebasar donde está prohibido,
hacer caso omiso
a toda norma y sentido común,
que tenga relación
a la educación vial.

Conductores que creen,
o creemos que todo lo sabemos,
que conducimos a la defensiva,
y también a la ofensiva,
porque al final,
las calles se convierten
es una suerte de escenario,
donde todos compiten,
sin saber siquiera,
por qué, para qué
y en beneficio de quien.

Las muertes en las vías,
los accidentes, 
los daños, las lesiones,
las afectaciones a la propiedad pública
y también a la privada,
que son provocadas
por el analfabetismo vial,
la irresponsabilidad y el “que más da”,
nos llevan a estar donde estamos,
a llorar a los muertos,
a condenar a los asesinos,
a gritar ante la impotencia,
de no poder hacer nada
ante la inseguridad vial.

De nada sirve un carnet de conducir,
si ese carnet no es el resultado
de aprender a ser conductor,
a respetar la ley y al peatón,
y sobre todo,
el no convertirse en un peligro,
para todos los que transitan
a su alrededor.

Capítulo aparte,
y en el mismo tema,
merecen peatones, ciclistas y motociclistas,
pues las normas de educación,
son derechos y obligaciones de todos.
Respetarlas, actuar con prudencia y responsabilidad,
es una forma racional,

de contribuir al fortalecimiento de la educación vial.

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