viernes, 14 de agosto de 2015

Muros que dividen

Cuando eleves un muro, sé prudente,
construye entre sus piedras una grieta
Jaime Moreno Villarreal1

Ayer, el mundo recordaba
que hace cincuenta y cuatro años,
empezaba la construcción
del muro de la división,
del muro que dividió a Berlín,
del muro que fue la expresión
de la división social,
de la intolerancia y la miseria humana.

Se construyó un muro
como expresión externa,
de lo que había en la cabeza
de hombres que llevaban
los antagonismo a extremos.

Se construyó un muro,
como expresión de la incapacidad de dialogar,
como muestra evidente
de un negarse a construir consensos,
de querer imponer la idea del poder,
de no buscar opciones y salidas,
de imponer por imponer.
Se construyó un muro,
como monumento a la división,
y contra las voces que clamaban libertad.

Esos muros dividen las sociedades,
y se siguen construyendo
y se siguen justificando,
por parte de países,
por parte de regiones,
que intentan detener a las personas,
y limitar su derecho humano a transitar.

Y como si eso no bastara,
el poder ha descubierto,
que le es muy rentable,
construir muros mentales,
muros en la mente y en el corazón de las gentes.

Muros que dividen,
muros intolerantes,
muros que impiden a las ideas,
a circular libres,
a circular tranquilas.

Muros mentales,
que te hacen creer
verdades a medias,
que te restan visión de la vida,
que te impiden pensar, mirar,
comparar, reflexionar,
opinar libremente
y vivir libremente.

Muros de piedra,
que se han convertido en la tumba,
de quienes intentaron cruzarlos.
Muros mentales,
que han matado, poco a poco,
la capacidad de pensar y razonar.

Las sociedades,
altamente divididas,
son aquellas donde existen muros mentales,
que dividen la razón de la sinrazón,
la esperanza del conformismo,
el respeto del despotismo,
y la libertad del sometimiento.

En estos días que corren,
miro que se han construido muros mentales,
una infinidad de ellos,
en la mente de muchos,
y sus materiales son
la intolerancia, el fanatismo,
el odio, la mentira,
la mala fe y el rumor.

El reto está en derrocar esos muros,
pero con las herramientas de la noviolencia,
con la fuerza del bien y el sentido común,
con la luz de la suma de verdades,
con la visualización de la corrupción
y el señalamiento de los corruptos,
con la educación para la paz,
con el buen ejemplo,
con las buenas costumbres,
con la libertad absoluta de conciencia.

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