jueves, 4 de diciembre de 2014

Reflexiones… en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

El hombre nació en la barbarie, cuando matar a su semejante era una condición normal de la existencia. Se le otorgo una conciencia. Y ahora ha llegado el día en que la violencia hacia otro ser humano debe volverse tan aborrecible como comer la carne de otro.
Martin Luther King
Oculta en el silencio de su víctima,
creciendo en el corazón del agresor,
se encuentra y vive la violencia,
cubierta con el manto de la impunidad,

Las cifras son decidoras,
y nos hacen saber,
que las cosas no van bien,
si seis de cada diez mujeres,
sufren algún tipo de violencia,
en esta ciudad y en esta provincia.

En el mundo entero es peor:
siete de cada diez.
Y, hay países en los que
una de cada tres mujeres,
sufre algún tipo de violencia en su vida.

Y es que la violencia crece,
en la medida en la que se mantienen,
o se incrementan las condiciones sociales
que permiten su crecimiento,
mientras exista en la cultura de la gente
creencias o pensamientos
que se allanan a la violencia.

Hay muchas variantes de ella,
de la violencia,
una de ellas: la violencia de pareja,
cuando el maltrato,
cuando el daño proviene
de la persona que tenemos al lado,
de la persona con la que compartimos la vida,
de la persona que dice amarnos o querernos.
La violencia de pareja,
es una violencia silenciosa,
el agresor ataca,
en la soledad de la casa,
en la impunidad de la soledad.
Empieza de a poco,
con una violencia poco intensa,
pero con el tiempo,
aquella misma violencia
puede terminar en muerte,
en daños permanentes,
no solamente al cuerpo,
sino y sobre todo a la mente.
Es una violencia que no respeta
el cuerpo ni la mente,
de la persona agredida.

Esa violencia de pareja,
se extiende a los hijos,
primero víctimas colaterales,
y luego víctimas directas,
que sufren el maltrato
del agresor desagraciado,
que vive de y para la violencia.

Otras violencias se encuentran
en el imaginario colectivo,
en una cultura alimentada
por la falta de educación,
por la falta de reflexión,
por el sentimiento
a dogmas y paradigmas inhumanos:
la mujer como imagen del servicio doméstico,
como objeto sexual,
como responsable única de la educación de los hijos,
como ejemplo único de fidelidad,
como imagen de debilidad.

En otros países,
en otras latitudes,
la violencia hacia la mujer no tiene límites:
cubiertas su cuerpo con telas y mantas,
para no ser vistas de ninguna forma,
o mutiladas sus partes íntimas,
para controlar su deseo sexual,
o sometidas a una labor de esclavas,
o venidas como mercancía barata.
Hablamos del hoy,
del mundo moderno y desarrollado,
que avanza en tecnología
e involuciona en derechos humanos.

Hablamos de la violencia,
que entra por la puerta,
sin ser invitada,
y se queda a vivir,
y alimentarse de miserias humanas.


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