jueves, 20 de noviembre de 2014

La democracia que debemos construir

La democracia debe guardarse de dos excesos: el espíritu de desigualdad, que la conduce a la aristocracia, y el espíritu de igualdad extrema, que la conduce al despotismo.
(Montesquieu)

Va quedando claro, -eso espero-
entre diálogos y reflexiones,
entre análisis y discusiones,
que no podemos reducir
el concepto de democracia,
al simple hecho de votar por alguien
o por varios,
en unas determinadas elecciones.
No es un asunto de elección,
-solamente-.

No me queda claro,
si todos llegamos a entender
que democracia
no es aquella forma de gobierno
en la cual el poder
hace y deshace de la vida de los ciudadanos,
con dinero público
y con el argumento
de que ha sido elegido
para gobernar,
y que bajo ese pretexto,
tiene la libertad
de hacer y deshacer,
sin pensar en los demás.

La democracia que debemos construir,
debe ser un ejercicio irrestricto
de respeto a los derechos humanos,
a las libertades
a la tolerancia.

La democracia que debemos construir,
debe ser un ejercicio de servicio,
a todos por igual,
a las mayorías y a las minorías,
a los del partido de gobierno,
a los del partido de oposición,
y a los que no tienen partido
o no lo quieren tener.

La democracia que debemos construir,
debe ser un ejercicio de reparto equitativo
de los fondos públicos;
un ejercicio de uso responsable
de los fondos públicos;
y una evaluación seria
del uso de esos fondos.

La democracia que debemos construir,
debe ser un ejercicio de responsabilidad ciudadana.
Debe ser un acompañamiento ciudadano
al ejercicio del poder en el poder.

No hay democracia,
sin unos ciudadanos comprometidos,
activamente con la construcción
de una sociedad para todos,
de una sociedad donde la cultura de paz
sea el horizonte compartido.

La democracia que debemos construir,
debe ser capaz de instaurar
la práctica diaria de la justicia social.
Donde la igualdad ante la ley,
no sea solamente un enunciado,
sino una verdad comprobada.
Donde mayorías y minorías
accedan a servicios públicos de calidad,
disfruten de un estado de bienestar,
y sean parte integral de una sociedad,
que tiene su fuerza en la tolerancia en la diversidad
y en el respeto a la identidad.

La democracia que debemos construir,
aún está lejos.
Lo importante no es perder el horizonte,
lo importante es saber que caminamos hacia ella,
a pesar de las dificultades,
a pesar de las diferencias,
a pesar de los conflictos,
caminamos hacia una verdadera democracia.
O, al menos,
ese debería ser nuestro camino
y nuestro anhelo.

De lo contrario,
seremos parte,
de la democracia que construye el poder en el poder:
intolerante,
deshumanizada,
corrompida,
amenazante,
y despiadada.

No lo olvidemos,
es nuestro deber decidir,
la democracia que queremos.


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