jueves, 10 de febrero de 2022

Sobre el duelo


El duelo termina dándote las dos mejores cosas: la suavidad y la iluminación 

Anne Lamott

La habitación de la casa,

del hospital o la clínica,

quedó vacía.

El féretro se transformó

en una caja con cenizas.

Las flores con el paso de los días

poco a poco se marchitan,

son días de guardar los recuerdos

entre lágrimas y risas.


La partida de un ser amado,

es el inicio de un nuevo ciclo,

cargado de nuevos momentos,

de nuevas sensaciones,

de angustias y también de satisfacciones.


Una luz se apaga,

una vida termina,

un ciclo se cumple,

todo un tiempo de vivencia.


Al duelo le preceden

tantos tiempos y tantos momentos.

La vida en si misma,

las noches y los días,

que se vivieron 

y se compartieron 

entre muchos o pocos,

-ojalá- con la mejor buena fe posible.


El duelo es,

como el dolor del golpe más duro,

del sabor de la amargura eterna,

de la pena infinita,

y del llanto que no acaba.


Pero quiero también,

y eso es lo que creo,

que el duelo sea

algo que te cambia

para mejor,

para ser más sensible

al dolor de los demás,

a la enfermedad,

al sufrimiento,

a lo inesperado.


El duelo debería ser espacio

de transformación constante,

hacia algo mejor.


No podemos ser iguales,

cuando llega y pasa el duelo.

Debemos ser diferentes,

sensibles, humanos y prestos

a poner el hombro

donde nos necesiten,

a rendirle honor

a los que se fueron

y a querernos de forma tal,

que cuando llegue el día,

el duelo que provocaremos

sea, sobre todo, de recuerdos únicos

y de alegrías inmortales.


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